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viernes, 13 de febrero de 2009

Muchachos y consignas de ayer y hoy en la marcha por los 40 años del 2 de octubre

■ Los chavos se adelantaron a los históricos; “déjenlos, no son carreras”, dicen los segundos

■ El porrismo en la UNAM y el cacicazgo de Elba Esther Gordillo fueron elementos adicionales


Arturo Cano

Con perdón de Pepe Alvarado, hay belleza y luz en las almas de estos muchachos vivos que, sin decir agua, toman la delantera sobre el Paseo de la Reforma y lanzan el primer grito de la tarde: “¡2 de octubre…!”

Los históricos no se mueven. “Que se adelanten, no es programa de carreras”, dice sin preocupación alguna Raúl Álvarez Garín, líder del movimiento de 1968, y también aquí, en las inmediaciones del Museo de Antropología, donde parte una de las marchas por los 40 años de la matanza de Tlatelolco.

“¡Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, que el pinche gobierno se tiene que morir!”, gritan, tras los primeros pasos, los nietos del 68.

“Si se refieren al de Felipe Calderón, llegaron tarde”, dice un agudo observador, mientras se arma la descubierta de la marcha. Faltan muchos, pero están varios de los líderes del Consejo Nacional de Huelga, y algunos se impacientan porque los jóvenes se adelantan.

–¡Los chavos ya nos rebasaron! –dice un sesentayochero.

–¡Yo me voy con los chavos, aquí ya se anquilosaron! –grita otro.

La mayoría aguanta, en el arranque de las bromas que sellarán la tarde.

–Vámonos delante de los jóvenes, para que nos empujen –sugiere uno de los históricos.

–O para que nos levanten –previene otro.

Las bromas sobre los estragos del tiempo en “los muchachos del 68” son extensas y todos las toman a bien.


La misma abanderada

Avanzan los muchachos de ahora, siguen los muchachos de antes, en la descubierta que encabeza la abanderada, Mirtocleya González, quien lo fue también, dicen aquí, hace 40 años.

La flaca memoria o el tiempo que desdibuja los rostros conocidos sólo permiten enumerar a Félix Hernández Gamundi, Fausto Trejo, con sus 83 años, Pablo Gómez, Jesús Martín del Campo, Marcia Gutiérrez, Enrique González Rojo, Saúl Escobar.

Un tramo más adelante se incorpora el escritor Carlos Monsiváis, flanqueado por Rolando Cordera y Gerardo Estrada. Se suma brevemente a la descubierta, bajo la manta principal: “2008. Por la verdad y la justicia, contra la impunidad, la lucha sigue, sigue…”

Delante de la fila de dirigentes marcha, en su descubierta de un solo hombre, Raúl Álvarez Garín, según muchos el más avezado dirigente de hace 40 años.

–¿Y él por qué va solo? –pregunta alguien.

–Se lo merece, es el más terco –dice, a manera de elogio, el historiador Francisco Pérez Arce.

Y ahí va Álvarez Garín repite y repite que la terquedad suya y de otros ya logró “darle la vuelta” a la idea de cerrar para siempre el capítulo del 68.


El abismo generacional

Los históricos quedan a la cola. Los gritos de “fuera porros de la Universidad Nacional”, aderezados de goyas y huelums, subrayan el abismo generacional, pero no tanto como las consignas frente a la embajada de Estados Unidos. Los viejos gritan: “¡Cuba sí, yanquis no!”, en tanto que los jóvenes resumen: “¡Culeeeros!”

Pese a las bromas, algunos históricos tienen más que chisguete de voz para traer de vuelta las consignas de antaño. “Che, Che, Guevara, LEA, LEA a la chingada!”, gritan (claro, por las iniciales del ex presidente Luis Echeverría Álvarez).

En medio de esas viejas consignas reparte autógrafos, se toma fotos y ofrece declaraciones de calle, Carlos Monsiváis, quien destaca la cobertura mediática de la conmemoración y define las consecuencias del movimiento de 68 como un triunfo vigente, no como un triunfo póstumo de quienes enfrentaron el autoritarismo del régimen.

“Ho Ho Ho Chi Minh/ LEA, LEA, chin chin chin”, siguen los viejos gritos.

El recordatorio perdura y se extiende a las nuevas generaciones. Cuando se nombra a Echeverría, truena la voz una joven mujer: “¡Ya te esperan los gusanos, cabrón!”

Las consignas también se actualizan para la coyuntura: “Calderón y Echeverría son la misma porquería”, se corea aquí y allá. Y más. Un joven reparte un volante con iconos del 68 y una nueva consigna: “News Divine tampoco se olvida”

La marcha camina con lentitud, y no por la mermada movilidad de los históricos, sino porque confluye con los contingentes que partieron de otros puntos.

La división es de siempre en esta fecha. En esta ocasión hubo un argumento nuevo, según cuenta Adriana Corona, representante de la Prepa 6 ante el Consejo Nacional de Huelga en 1968. Dice que los líderes de varias escuelas se negaron a marchar por Paseo de la Reforma aduciendo que “es la ruta de López Obrador”.

Igual se encuentran algunas columnas en el cruce de Reforma y Bucareli; otras más allá, frente al Palacio de Bellas Artes.

Frente a la torre del Caballito hacen su aparición los maestros de Puebla, varios miles echados a la calle por las declaraciones y la firma de la dirigente a la que dedican la mayor parte de sus gritos: “Sacaremos a Elba Esther del sindicato”.


Las 18:10...

A esa hora, en el cruce de Juárez y Balderas se solicita un minuto de silencio. Los puños en alto, las caras serias sólo en ese momento solemne. Al fondo, el barullo de los poblanos.

“¡2 de octubre… no se olvida!”, se grita varias veces tras el recordatorio de la bengala que anunció la muerte.

Jesús Martín del Campo pasa lista de algunos de los ausentes, en primer lugar José Revueltas y Heberto Castillo. “¡Presente!”, gritan los demás. “Mártires de Tlatelolco. ¡Presentes!”

–Adelante hay una provocación –se informa por el megáfono, cuando ya se han armado los catorrazos en las calles del centro. Los provocadores se llevarán “la nota”, pese a que la mayoría de los muchachos marcharon con ganas, con ánimo festivo, gritando las consignas de sus padres y sus abuelos y corriendo libres por las calles de su ciudad.

¿Hay más ropa negra que mezclilla? Hay de todos los colores en estos muchachos que gritan los gritos de ayer y se esfuerzan en alguna, escasa, renovación. Pasan frente a un grupo de granaderos: “Hay que estudiar, hay que estudiar, el que no estudie a policía va a llegar”.

Y se siguen bailoteando: “Hay que leer, hay que leer, pa’que el gobierno no nos venga a joder”.

Pocas calles antes de llegar al Zócalo, los vándalos de “la nota” la emprenden contra algunos comercios. La mayor parte de los estudiantes se abre, quiere alejarse. A los primeros golpes, los de las prepas gritan: “¡Fuera porros de la UNAM!”

Apretujados, haciéndose bolita para protegerse unos a otros, se inventan otro grito: “¡No hagan violencia, eso no es protesta!” Llegan al Zócalo un tanto escamados. “Ya ni gritamos al entrar”, dice una alumna de la Preparatoria 6.

En la plaza, el sonido es malo. El escenario lo dominan algunos estudiantes de la Prepa Popular y de Chapingo. Sólo adelante, cerca del Palacio Nacional, reciben atención consignas entre ecológicas y agraristas, como “el campo es vida, el pueblo no lo olvida”.

En el otro extremo de la plaza, una incursión de los granaderos provoca una nueva escaramuza. Vuelan botellas y palos. Decenas de estudiantes piden calma, gritan su rechazo a la “provocación”, hacen una valla, tomados de las manos, para separar a los granaderos de algunos jóvenes encapuchados que, armados de garrotes, la quieren seguir. La mayoría son mujeres que no pasan de los 20. Los encapuchados les hacen señas obscenas y luego se van.

Las muchachas se van a la plaza, se sientan en el suelo, conversan, leen sus mensajes de celular. Era la conmemoración de sus padres o abuelos y ya es suya, sobre todo cuando se sientan alrededor de una enorme manta negra con letras blancas que dice: “Ni perdón ni olvido”.

Poco después entran los históricos, y jóvenes y viejos aplauden su carrera de resistencia.


Tomado de: http://www.jornada.unam.mx/2008/10/03/index.php?section=politica&article=007n1pol. Consultado el 3 de octubre de 2008.

lunes, 26 de enero de 2009

Los campanazos catedralicios esta vez sólo provocaron pequeñas protestas



■ Algunos hasta aplaudieron al término de las llamadas a misa, que duraron nueve minutos


■ La Plaza de la Constitución lució rebosante de ingenio caligráfico en la asamblea de AMLO


Jaime Avilés


Cuando faltaban 10 minutos para las “12 m” (hora exacta en que, según Tito Monterroso, no es ni antes ni después del meridiano y por ello debe escribirse así), cuatro campanas de la Catedral fueron echadas al vuelo por hombres ocultos entre las torres, pero el canto de los bronces y los badajos, hermoso como siempre, empezó a alargarse más y más, hasta de plano aturdir y enojar a la muchedumbre reunida en el Zócalo, que aguardaba el discurso del orador principal.


Esta vez, sin embargo, nadie protestó. Algunos incluso aplaudieron cuando terminó el escándalo de nueve minutos. Una valla de granaderos controlaba el acceso al templo tras las rejas del atrio pero, sin mirarlos siquiera, decenas de miles de rostros que observaban la belleza arquitectónica del campanario, con el ceño fruncido por el brillo del sol, voltearon hacia el templete al oír las palabras “amigas y amigos” y se convirtieron en decenas de miles de nucas venidas de todo el país.


Rebosante de ingenio, que ahora se expresaba en enormes muñecos de papel maché por aquí y por allá, el movimiento nacional que encabeza Andrés Manuel López Obrador no pudo celebrar de mejor manera su alegre y exitoso regreso al ruedo de la política. Un ciudadano llamado Alfonso Fajardo, que dijo ser oriundo y vecino del Distrito Federal, propuso que “la única forma de castigar a la Iglesia (católica), según yo, sería restringirle las limosnas; digo, ya es hora de que vaya respetando”.


Mientras el tabasqueño daba su propia interpretación a lo que antes había dicho textualmente Alejandro Encinas, de que el Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular abrirá casas en las 31 capitales del país y en las 16 delegaciones políticas de la ciudad de México, que serán “centros de operaciones”, así como “lugares de encuentro y de trabajo” para “promover la solidaridad y la ayuda mutua, fomentando la vida y el desarrollo comunitario”, alguien colgó de un semáforo en 20 de Noviembre una gigantesca marioneta cuyo rostro era muy similar al de Felipe Calderón.


Ante el Gran Hotel de la Ciudad, un hombre caminaba sosteniendo unas varas de las que pendían dos enormes zapatos de cartón, a los cuales acompañaba una cartulina escrita con la siguiente leyenda: “Éstos fueron para Bush, por hijo de la chingada; ahora son para el pelele”. Sin duda alguna, las vacaciones de diciembre habían servido para meditar y los mensajes políticos personales estaban de vuelta, en manos de sus creadores, circulando por toda la plaza. “Los ricos ladrones quieren puro esclavo y agachón”, proclamaba la caligrafía de una muy humilde señora entre palacio y catedral. En 5 de Febrero y 16 de Septiembre, con mejores recursos tecnólogicos, una cartulina blanca, a la que le habían pegado la fotocopia de un retrato de Calderón, decía: “Cínico. ¿Presidente del empleo? Ja, ja. ja”. Y allá, dando la espalda a la Suprema Corte, un anciano de aspecto campesino y bigotes de aguacero, al viejo estilo zapatista, no se cansaba de mostrar, con los brazos extendidos, su respuesta al reciente Encuentro Mundial de las Familias:



Los alejandros


“Calderón, presidente católico, traidor a la reforma juarista, protector de impunidad, corrupción, rateros, etcétera.” Y así por el estilo, pero en abundancia. En un acto en el que habían hablado los dirigentes nacionales del Partido del Trabajo y de Convergencia, así como Alejandro Encinas, en nombre del PRD, y en el que López Obrador se refirió con elogios tanto al PT como a Convergencia, y “a la dirigente del sol azteca en el Distrito Federal, Alejandra Barrales”, y “al compañero Alejandro Encinas” –lo que tal vez haga creer a los columnistas políticos que el “presidente legítimo” declaró de tal suerte su reconocimiento a la nueva corriente perredista de los alejandros–, había muchas, muchísimas banderas de los dos pequeños partidos que irán juntos a las elecciones de julio, y muy pocas de la fracción del instituto negro y amarillo que se resiste a caer en manos de los chuchos.


Sin distintivos propios, agrupados sobre la plancha de acuerdo con su procedencia desde el interior del país, los asistentes mayoritarios eran los afiliados al “gobierno legítimo de México”, que López Obrador ha organizado en sus tenaces visitas de fin de semana durante dos años a casi todos los 2 mil y pico de municipios que no se rigen por usos y costumbres. Sin los chuchos, sin el aparato de acarreo del partido, con recursos del PT y de Convergencia y de no pocos legisladores perredistas, allí estaba una nueva fuerza política, que no acudió al rencuentro consigo misma portando carteles alusivos al proceso electoral, y que no está pensando en los comicios de julio, porque no le interesan, como tampoco parecen interesarle a López Obrador, que no los mencionó ni de chiste.


La consigna central que se llevaron a sus ciudades y pueblos todos los participantes –y con ésta el compromiso de volver a llenar el Zócalo el 22 de marzo– fue trabajar como movimiento social en acciones de solidaridad con el pueblo y con las luchas en curso, como la de los mineros “explotados y asesinados” por las empresas de Germán Larrea; los “presos políticos” de Atenco; los defensores del cerro de San Pedro en San Luis Potosí; los que se oponen al destructivo proyecto Resplandor teotihuacano; los periodistas Miguel Badillo y Ana Lilia Pérez, perseguidos por los zetas de la industria petrolera; los maestros encarcelados en Mexicali por oponerse a la contrarreforma de Elba Esther Gordillo, y nada más le faltó mencionar a las comunidades rebeldes de Chiapas, pero no lo hizo tal vez para que no se fuera a molestar alguien.


En suma, fue un acto vibrante de entusiasmo y de esperanza, en el que la gente se identificó muy bien con el inmenso rótulo colocado sobre el templete –“Luchamos por la felicidad”–, y que López Obrador coronó con una espléndida cita de Ricardo Flores Magón, aquella en que el sabio anarquista fantasea con su posible epitafio: “Cuando muera mis amigos quizá escriban en mi tumba aquí yace un soñador, y mis enemigos aquí yace un loco, pero no habrá nadie que se atreva a estampar, aquí yace un cobarde y un traidor a sus ideas”. La ovación que nació de estas palabras sonó por un momento como el agua de las cataratas del Niágara.


Obtenido el 26 de enero de 2009 de: http://www.jornada.unam.mx/2009/01/26/index.php?section=politica&article=005n1pol

lunes, 10 de noviembre de 2008

Mouriño, colocado en el pedestal de los padres fundadores de Acción Nacional


■ Honrar su memoria, consigna surgida del homenaje panista al extinto titular de Gobernación

■ Música de Vivaldi y lágrimas en el acto luctuoso

■ El ex presidente Vicente Fox, ausente


Rosa Elvira Vargas

El PAN se quedó con todos los adjetivos y ya no dejó alguno para describir con alguna precisión la retórica del homenaje post mortem que organizó a Juan Camilo Mouriño.

Inenarrable, la escena. Porque, ¿cómo acercarse con la pluma a la dimensión de alguien que en palabras del presidente Felipe Calderón Hinojosa tuvo “’un rol heroico, vital para la transformación del país” y que, “como el Cid Campeador, seguirá ganando batallas después de muerto?” Está difícil.

¿Cuántos calificativos caben en un discurso de 42 minutos, tiempo dedicado por el jefe del Ejecutivo a ensalzar las virtudes de su amigo? ¿Cuántos en la carta escrita y leída por Germán Martínez, con voz desbordada y siempre al borde del llanto? ¿Y cuántos a cargo de la campechana protegida política del funcionario, Nelly Márquez Zapata? Todos.


Adiós al arquitecto del triunfo electoral en 2006


Claro que los panistas están afectados. Cómo no estarlo si, según todos ellos, Iván fue el arquitecto, el estratega del triunfo de su partido en las elecciones presidenciales de 2006.


¡En qué orfandad los deja si tenía tal poder de decisión que se encargaba del nombramiento hasta de los subdelegados de las dependencias federales en toda la República!


¿Alguien que no esté hoy en algún puesto relevante en la administración pública federal puede desmentir el peso decisivo que tenía la oficina de Mouriño a través de sus personeros, campechanos eso sí, para operar como interventores cuando se ordenaba la salida de un responsable –también panista– de alguna delegación y designar a su relevo?


De ahí que, en el aire de santificación del que lo han investido, Juan Camilo Mouriño aparece con tantos atributos y virtudes que ya lo colocaron en el mismo pedestal de los padres fundadores del PAN. Prendas asumidas de inmediato como símbolo y compromiso electoral del blanquiazul para 2009, pero eso sí, con la consigna de “honrar su memoria”.


Y también de lealtad hacia la patria, por supuesto, porque ese “gran hombre, gran amigo y gran hermano” que fue del presidente Felipe Calderón Hinojosa merece, no sólo ser recordado, dijo aquél, por la “luz que irradiaba, su alegría, carisma, jovialidad, inteligencia y valor”, sino también un líder de los que requiere el país, porque “construyen la esperanza y son capaces, precisamente, de hacer que esa esperanza se realice”.


Mouriño, dijo Calderón Hinojosa, también era un ser humano “cálido, alegre, que siempre proveía ánimo, comentarios serenos (...) infinitamente generoso, que sabía integrar equipos, leal entre los leales, amigo entre los amigos”.


El anticlimax vino, hay que decirlo, del propio Germán Martínez Cázares, cuando en su carta a Mouriño ofreció también honrar su memoria, sin pactar con el narco, sin negociar con delincuentes. Esa expresión, comentaron algunos, sólo sirve para alimentar especulaciones sobre las causas de la caída del Learjet 45.


El acto para el homenaje en la sede nacional panista fue cuidado hasta el último detalle.


Desde los gafetes de identificación con la fotografía de Juan Camilo, y un color en la parte inferior que ubicaba la procedencia y lugar que ocuparían los invitados, hasta la música de Vivaldi, que triste se oía en todo el hermético edificio.


También, y como suelen hacerlo a propósito de casi todo, por ahí se repartían pulseritas de tela que llevaban los colores del Partido Acción Nacional, los de la bandera mexicana y una leyenda: “Juan Camilo... gracias”.


Había flores debajo del gran retrato del secretario de Gobernación y del otro panista muerto en el percance, Arcadio Echeverría. Porque sólo ellos eran los de casa, únicamente a ellos se referían los discursos. Y de los demás, ni una mención.


Y luego, ya en la ceremonia, el llanto irrefrenable de Manuel Carlos Mouriño, su padre. Las lágrimas más contenidas de Mari Geli, su viuda, ambos en el presídium que ocuparon con el matrimonio Calderón y con los gobernadores y los coordinadores parlamentarios del PAN.



Ausencias y presencias


En el sillerío, como invitados especiales, los hermanos de Juan Camilo, los deudos de Echeverría Lanz y muchos integrantes de las familias panistas de prosapia, como las del propio Calderón Hinojosa y de Margarita Zavala. Asimismo, algunos integrantes del gabinete ,


Consignado queda: siempre no vino el ex presidente Vicente Fox Quesada, como había anunciado desde la víspera. Y, en un lugar de privilegio, Antonio Solá, el famoso publicista español de la campaña presidencial panista de 2006.


Publicado en el diario La Jornada el 10 de noviembre de 2008. Obtenido en esa fecha de: http://www.jornada.unam.mx/2008/11/10/index.php?section=politica&article=007n1pol

viernes, 7 de noviembre de 2008

Discurso generoso en adjetivos con párrafos propios de misa


■ Despedida a una vieja clase política que llenó el Campo Marte

■ Amor por México y sensibilidad, prendas de Mouriño, dijo Calderón

Arturo Cano

Le faltan adjetivos al Presidente. En el acto de convertir los funerales de Juan Camilo Mouriño y sus colaboradores en un adelantado evento electoral, Felipe Calderón encuentra 50 palabras o expresiones para elogiar a su desaparecido amigo y, al mismo tiempo, para despedir a la vieja clase política. Mouriño es, dice el mandatario, digno representante de una “nueva generación de políticos formada en la pluralidad y la absoluta lealtad a la democracia”. Jóvenes –Mouriño tenía 37 años– que son “una promesa que se cumple conforme asumen responsabilidades públicas”.

La “vieja” clase política atestigua en las primeras filas de las gradas. Y brinda un aplauso de despedida tras el torrente de elogios. El presidente Calderón destaca de Mouriño su amor a la patria, el apego a sus principios, su dedicación y talento, su energía y su eficacia.

El discurso tiene poca sustancia, muchos adjetivos y párrafos propios de una misa. Pero dura 25 minutos. Se trata, al parecer, de hacerlo extenso para subrayar la idea de la “nueva generación de políticos” que llegó para quedarse, pese a la trágica pérdida de su principal exponente.

Calderón alude cinco veces a la cualidad de Mouriño que más le benefició, en tanto su jefe: la lealtad. Otras caracterísiticas también merecen subrayarse: su amor a México (tres veces), su sensibilidad política (tres), su eficacia (tres), su inteligencia (dos), su “visión estratégica” (dos), su disposición o capacidad para el diálogo (siete menciones).

Frente al presidente Calderón hay ocho féretros y una especie de urna. El ataúd con los restos de Juan Camilo Mouriño ocupa un lugar especial, separado de los demás. Delante de cada caja hay una foto grande de la persona muerta.

Seis batallones, banda de guerra, funeral de Estado con más de mil invitados, oscuras las tribunas por la ropa de luto.

Los féretros son colocados poco antes de las nueve de la mañana, mientras arriban los últimos convocados.

“¡Que tomes a Olegario Vázquez Raña!”, le ordenan a un camarógrafo, quien busca con su lente al personaje aludido en las gradas repletas de dirigentes partidistas, ministros de la Suprema Corte, diputados y senadores, empresarios, líderes sindicales, la plana mayor de Televisa y funcionarios públicos de los más altos niveles.

Abajo, de pie, el gabinete en pleno y los representantes de los otros poderes. La última en tomar su lugar es la secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota. El miércoles, la SEP puso como cabeza principal de su síntesis informativa la nota de interiores de un diario: claro, hablaba de que Vázquez Mota “suena” para ocupar el lugar del desaparecido secretario de Gobernación.

En las gradas del frente, el Campo Militar Marte de por medio, están los demás invitados.

Al centro, en la primera fila del graderío destinado a los invitados importantes, está Marcelo Ebrard, única voz oficial en las primeras horas de la tragedia. Cerca de él ocupan lugares varios gobernadores, Beatriz Paredes y Emilio Gamboa Patrón, cuya presencia subraya la ausencia de Manlio Fabio Beltrones. En la misma fila está el senador Carlos Navarrete, de los últimos en llegar en compañía de Guadalupe Acosta Naranjo, quien recibe en la espalda palmaditas de César Nava, secretario particular del presidente Calderón.

En Campo Marte, “todo México” –escribirían los cronistas de antaño– escucha atentamente la lista de elogios hecha discurso que el Presidente dedica al secretario de Gobernación que, según numerosas versiones, estaba a punto de dejar de serlo.

Franco, alegre, sereno, capaz, talentoso, dedicado, lleno de energía, inteligente, disciplinado, recto, tolerante, patriota con “amplitud de miras”. No es la hora de regatear ningún calificativo para un “hombre de acción”, de “carácter”, que con su “liderazgo” supo darle “mayor cohesión” al equipo de gobierno.

El doble juego

“Soy el primer interesado en que surja la verdad y se esclarezcan las causas de estos hechos”, dice el Presidente, antes de los adjetivos. En esa línea se ha mantenido desde su primera declaración. A Luis Téllez, vocero de ocasión del gobierno federal, le ha correspondido fortalecer la hipótesis del accidente, incluso deslizando a los medios el posible “error humano”.

No se alude, en las explicaciones oficiales ofrecidas hasta el momento, a las fallas en la seguridad que comenzaron a ser señaladas desde que ocurrió el accidente. Pero mientras Téllez va ofreciendo pruebas de un “accidente”, el presidente Calderón se niega a darle ese nombre y destacados panistas sugieren la posibilidad de un atentado por la vía de insistir en la investigación a fondo.

“Están en un doble juego: Luis Téllez machaca la versión oficial del accidente y el Presidente y los panistas juegan con la posibilidad de un atentado. Quieren su Colosio para 2009”, dice un legislador priísta, pescado al término del acto mientras espera su automóvil.

Puede ser, admite el priísta, que como dice Germán Martínez, Mouriño haya sido el “arquitecto del triunfo electoral” de Calderón, pero el discurso presidencial lo quiere convertir también en pieza clave de la reforma de Petróleos Mexicanos. “No fue un actor relevante en esa reforma”, remata el legislador, en alusión a los ya célebres contratos familiares que inhabilitaron políticamente a Mouriño para negociar el tema energético.

A unos pasos, otro personaje espera su automóvil, un Audi gris, mientras el Paseo de la Reforma se inunda de bocinazos a causa de los camiones que van por los invitados, de las camionetas y autos lujosos que acuden por los funcionarios.

Como pollitos alrededor de mamá gallina, los dirigentes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación permanecen en bolita, atentos al menor gesto de la profesora Elba Esther Gordillo, quien hizo publicar tres esquelas para lamentar la muerte de Mouriño: una por el Partido Nueva Alianza, otra por el SNTE y una más a nombre propio.

Enfundada en un traje sastre negro, con una bufanda color hueso, la maestra no hace caso de los atentos líderes. Gira sobre sí misma a cada instante, mira hacia todos lados, impaciente. Sólo habla con el muy solícito secretario ejecutivo del sindicato, Rafael Ochoa Guzmán, quien no se cansa de apurar a los ayudantes por el carro de la maestra. Ella al fin se va, sin que nadie pueda preguntarle si se fue con Mouriño la alianza electoral con el Partido Acción Nacional.

Dos tandas de aplausos

La clase política observa, a su derecha, a las familias de las víctimas del avionazo, que ocupan una carpa levantada ex profeso. Padres, madres, esposas, hijos, reciben las condolencias del presidente Calderón, quien les entrega también las banderas que poco antes cubrían los féretros. Sólo los poderosos lentes de los fotógrafos alcanzan a tomar los gestos de dolor, las lágrimas.

Poco antes, el presidente del rebase por la izquierda acude a las bienaventuranzas de la liturgia católica (Mateo) para afianzar desde su cargo al Estado laico: “Sabemos que son bienaventurados los limpios de corazón,… bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, bienaventurados los que por causa de lo alto son insultados y se diga toda clase de calumnias en su contra, porque su recompensa será grande”.

Mouriño es, ya, merced a su prematura desaparición, símbolo de esa “nueva generación” de Calderón, una figura que huele a elecciones intermedias. Una generación de políticos, a juzgar por el discurso, que ha de ser no sólo leal a la democracia, sino también creyente. Porque, ¿quién insulta y persigue a los bienaventurados? Aquellos, explicaría un cura, cegados por las “fuerzas diabólicas” que niegan el advenimiento del reino de Dios.

No se baten palmas al finalizar el discurso. Pero un largo aplauso, solicitado por los organizadores, despide los féretros. Desde los altavoces anuncian que Calderón se retira. En lugar de hacerlo, camina hacia el principio de la fila de su gabinete y saluda uno por uno a sus secretarios. Nuevo aplauso. Muchos priístas y perredistas ya no se suman. Ni Marcelo Ebrard ni Carlos Navarrete, por ejemplo. El calderonismo, el partido arropa. La muerte de Mouriño y una de sus muchas consecuencias: la tregua en las filas azules. Sólo ahí, y eso tal vez.


Publicado en el diario La Jornada el 7 de noviembre de 2008. Obtenido en esa fecha, en: http://www.jornada.unam.mx/2008/11/07/index.php?section=politica&article=005n1pol

martes, 4 de noviembre de 2008

El Día de Difuntos



Ángeles González Gamio
gonzalezgamio@gmail.com


Así titula Guillermo Prieto, notable escritor, periodista, político y en algunos momentos valeroso guerrero, una deliciosa crónica publicada el 7 de noviembre de 1849 en el diario El Siglo XIX, en la que habla de los festejos de estas fechas en la ciudad decimonónica. Mucho de lo que platica sigue vivo en muchos sentidos. Para constatarlo vamos a transcribir algunos párrafos: "En este día en que tanto lidia un ministro de Hacienda, cuando aun no tiene entrañas de ministro; en que tanto pespuntean las modistas, en que venden tanto las floristas y los cereros y en que disparatan a su sabor los copleros, forjando risas sarcásticas de calaveras, y yendo y viniendo con aquello de la nada, y lo carcomido, y el polvo, etcétera, en este día, digo, se pone en planta aquella blasfemia de que vivir es gozar y aquello de que la vida se pasa a tragos.

"El Día de Difuntos es uno de los que da más que hacer a los vivos, excepto a la policía que suele pertenecer a las sombras; hay movimiento general y se pudiera decir alegría, si no recordase su fin a los diputados no relectos y a los capitulares que no tuvieron la suerte de ascender como por escala a la curul. Varios días antes del día de finados, se recomponen las lápidas de los sepulcros, cosa muy del agrado de los doradores y grabadores y comerciantes en mármoles; se agolpan las gentes en la casa de la señora Audifredi, mandando hacer coronas y arcos para los sepulcros de los niños...

"La parroquia y el cementerio son el lugar de reunión; apiñase la gente en remolino turbulento; el gentío se agrupa y se dispersa en busca de los sepulcros de los antepasados, encienden las ceras y ostentan sus ofrendas, que consisten en frutas, bizcochos, dulces, y a veces el refocilador aguardiente, que atiza el fuego lúgubre de los fieles..."

Como vemos, las cosas no han cambiado mucho, aunque ahora sólo sea un sector de la población el que continúa guardando esas tradiciones, sin embargo, es interesante advertir que la costumbre de colocar un ofrenda ha tenido un renacimiento y ahora vemos en inumerables sitios públicos estos bellos y coloridos conjuntos en que se mezclan flores, velas, alimentos, bebidas, imágenes, papel picado y toda una parafernalia que según los creyentes va a atraer el espíritu de los muertos, con el fin de degustar sus viandas y bebidas preferidas y convivir con los seres queridos que aún permanecen en este mundo. También han tomado auge las calaveras, esos versillos rimados que hacen mofa o gracejadas de las amistades o los personajes públicos.

Para confirmar lo dicho, mencionaré sólo algunas de las ofrendas que se pueden ver estos días en la ciudad: No hay que perderse la del Claustro de Sor Juana, que cada año levanta magistralmente la pintora y restauradora Laura Arellano, con monjas coronadas de tamaño natural. Como siempre, está dedicada a la ilustre poeta. También vale la pena la que instala el Museo Anahuacalli de Diego Rivera, que este año cuenta con la participación del estado de Chiapas, que muestra sus usos y costumbres para esta celebración.

Es importante transmitirles a los niños el gusto por estas tradiciones, ya que son elementos que dan un sentido de identidad y pertenencia, importantísimos en estos tiempos de globalización y violencia. Para ellos hay, en el Centro Nacional de las Artes, talleres para armar una ofrenda en miniatura, decorar una tumbita de yeso y se podrán disfrazar de catrinas y sus acompañantes. En el Zócalo, además de ver la gran ofrenda, pueden hacer la suya.

Parte fundamental de estos festejos es la gastronomía, así es que si van al Zócalo les propongo ir después a la tradicional Hostería de Santo Domingo, situada en Belisario Domínguez 70, que los recibe a la entrada con una bonita ofrenda, saborear un buen mole con arroz y frijolitos y de postre su calabaza en tacha; hay que apurarnos antes de que se nos adelanten los difuntos.


Publicado en el diario La Jornada el 2 de noviembre de 2008. Obtenido en esa fecha, de: http://www.jornada.unam.mx/2008/11/02/index.php?section=opinion&article=035a1cap



viernes, 31 de octubre de 2008

Poner fin a la “pillería” en Tenosique, ofrece Calderón


■ “¡Nos están robando!”, dicen pobladores que rechazan ir a albergues

■ “Esto ya no es colonia Pueblo Nuevo, es Pueblo Hundido”, se quejan afectados por la peor tragedia en 40 años, en este municipio tabasqueño



Claudia Herrera Beltrán (Enviada)

Tenosique, Tab., 24 de octubre. Por donde camina, el presidente Felipe Calderón escucha la misma historia: los habitantes rechazan irse a los albergues. “Andan robando las casas”, gritan y manotean las señoras empapadas por una lluvia que no cesa.

Ante la peor tragedia ocurrida en Tenosique en 40 años por el desbordamiento del Usumacinta, el michoacano promete poner fin a la “pillería” enviando un comando de la Policía Federal Preventiva, de la Secretaría de la Defensa Nacional y de la policía estatal.

El ofrecimiento no convence: “nos están robando”, insiste otra mujer detrás de una valla que separa a los habitantes del Presidente y de los secretarios de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, guarecidos con sombrillas y cubiertos con impermeables, que escurren el agua.

Calderón se impacienta. “Ya lo sé, ya lo oí y ya tomé nota, pero la manera en que podemos ayudar es con los albergues. No podemos ir a todas las casas. Es muy peligroso que permanezcan ahí. Voy a hablar con la policía federal para que hagan patrullajes.

“La gente no tiene la costumbre de los albergues, porque antes en cinco o seis días bajaba el agua. Mañana cumplimos un mes, señor, con la parte crítica”, aclara el alcalde priísta Antonio Solá, en una especie de mitin que se armó en la visita presidencial a este municipio vecino con Guatemala.

En su viaje en helicóptero observó copas de árboles y techos de casas que apenas asomaban en el río, por lo que el mandatario no quita el dedo del renglón. “Por favor, no expongan a sus niños, no arriesguen la familia” y los remitió con el general de apellido Toledano, comandante de la 38 Zona Militar, para evitar el pánico y el caos.


Catástrofe en la región de los Ríos

La bienvenida la dio el presidente municipal, tras la cual pide la reubicación de las familias lejos de las márgenes del río que inundó 39 colonias, y clama por lanchas de la Secretaría de Marina para trasladar damnificados y llevar alimentos.

Con la experiencia de las lluvias que hundieron a medio Villahermosa el año pasado, el gobernador Andrés Granier define ésta como la “gran catástrofe” de la región de los Ríos y pide una valoración real del número de afectados. Por lo pronto calcula 39 mil.

Micrófono en mano, afirma que la “desesperación” de este pueblo es grande, y aprovecha para lanzar un mensaje político en la tierra del perredista Andrés Manuel López Obrador.

“Tenemos que estar unidos. A los tabasqueños nos quieren dividir, nos quieren dividir para que nos peleemos unos contra otros, como lo estuvimos por 14 años, pero no lo van a lograr”.

Una caminata que se había planeado para media hora se prolonga por las peticiones de los lugareños.

Una comerciante del mercado Manuel Bartlett exclama: “¡estamos inundados!” y pide ayuda para 150 locatarios.

Desbordado por las peticiones, el gobernador responde: “No se puede apoyar hasta que baje el agua. El presidente quiere salvaguardar la vida de los tabasqueños. Tienen que tener paciencia”.

Otra señora acompañada por cuatro vecinas se planta frente a los funcionarios y les dice: “No estamos en el agua, pero nos afecta que los maridos no tengan empleo”.


“Dejen su nombre en un papelito”

“Vamos a sacar a la gente del agua. Déjenme su nombre en un papelito”, contesta el Presidente y bromea con las mujeres.

A unos metros Gabriel Pérez, en silla de ruedas, resume ante el Presidente el sentir de los tenosiquenses: “Esto ya no es colonia Pueblo Nuevo, es Pueblo Hundido” y se queja: “Se acabaron mis cosas, mis muebles, mi ropa, mis trastes. No tengo cómo recuperar lo poco que tenía”.

Calderón dice que “si necesitan un dinerito” los inscribe en el programa de empleo temporal, pero apenas avanza, una vecina de la colonia Colosio llora porque su esposo sigue viviendo en su casa inundada. “Convénzalo. Es muy difícil echarle la mano hasta allá”, responde.

Con insistencia, los habitantes apuntan sus reproches a una delegada que, dicen, ha entregado los recursos a personas que no los necesitan.

“Vayan al albergue y gestionen las cosas para que no haya mano negra”, insiste y luego cuando se topa con la delegada, le suelta “¡cómo le ha llovido!”.


Publicado en La Jornada el 25 de octubre de 2008. Obtenido el 31 de octubre de: http://www.jornada.unam.mx/2008/10/25/index.php?section=estados&article=030n1est.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Ni frío ni hambre los doblegaron


Brigadistas respaldan que la lucha por el petróleo siga en las calles

Ciro Pérez, Fabiola Martínez y Alma E. Muñoz


Las 12 horas que pasaron de pie en plena avenida Congreso de la Unión, soportando el intenso frío y conociendo a pedazos informes que anunciaban la consumación de la reforma petrolera, paradójicamente dieron más para renovar el ánimo que para la desesperanza.

Miles de brigadistas, que junto a Andrés Manuel López Obrador se reunieron en los alrededores de San Lázaro, advirtieron que su lucha seguirá en las calles y en los tribunales para evitar, a pesar de todo, que se entregue el petróleo a los extranjeros.

“¡La lucha sigue!”, fue la consigna de los brigadistas, quienes desde antes de las ocho de la mañana se concentraron en el Zócalo para seguir a López Obrador a la Cámara de Diputados; hora y media después, el ex candidato presidencial ingresó acompañado por las senadoras Rosario Ibarra y Rosalinda López; Daniel Giménez Cacho, actor; las escritoras Laura Esquivel y Guadalupe Loaeza; Raquel Tibol, crítica de arte; Lorenzo Meyer, historiador; Arnaldo Córdova, politólogo; Carlos Payán, ex senador, y Alejandro Encinas, ex jefe de Gobierno, entre otros.

Mientras tanto, en un improvisado templete, Jesusa Rodríguez y Jorge Arvizu, El Tata, lanzaron una advertencia: “Nadie que se equivoque allá adentro, pasará desapercibido. Nadie que defienda al pueblo, pasará inadvertido”. Fue el anticipo del debate que se desarrollaría en el recinto parlamentario y en el que estaba en juego el destino del país.

“¡Soy, el estudiante, el comerciante, la ama de casa, el pueblo consciente que grita ya basta!”, corearon los brigadistas, a quienes se sumaron integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas en su recorrido por las calles del Centro Histórico.

“Para la defensa de Pemex se necesita un pueblo consciente y otra cosita, arriba y arriba”, cantaron otros. “¡Mouriño, araña, regresate a España!”, se escuchaba en la retaguardia, al tiempo que se podía leer en una enorme manta que cargaba Jesús López, de Coyoacán: “Haiga sido como haiga sido, las riquezas nacionales las han considerado reservas para provecho de intereses personales y extranjeros, provocando trastornos económicos, políticos y sociales para el país. Presidente espurio, instituciones corruptas”.

Ya en las inmediaciones de San Lázaro, los manifestantes montaron guardias por brigadas en 12 puntos periféricos a la cámara, cercada por decenas de vallas metálicas y el resguardo de mil 900 policías federales y mil 500 locales. Todo transcurrió sin incidentes.

Recios como son, los brigadistas aguantaron el frío, las ganas de ir al baño y el hambre que apaciguaron con la vendimia ambulante, pero que pasado el mediodía fue insuficiente. Los de las brigadas 8 y 10 pudieron calmar al estómago con tamales y leche pero, juiciosos de que alcanzaran, resguardaban las cajas de cartón con el alimento: “Saca los tamales; es resistencia civil, no huelga de hambre”, pedían quienes traían el ayuno encima. El señor de los tacos de canasta rondaba con sus viandas en bicicleta: “Tacos, lleven sus tacos porque hoy no les van a dar tortas”.

No hubo enfrentamientos, apenas unos empujones, tampoco grafitis, salvo la pinta que hizo en una de las bardas del nuevo acceso a la cámara la pequeña Britania, de siete años de edad, procedente de Iztapalapa, quien plasmó su sentir frente a los uniformados: “¡Granaderos brutos!”

Los brigadistas cumplieron la orden expresa de evitar cualquier provocación; por si acaso, formaron hileras y otros más aguantaron la espera sentados en el piso. Otros se concentraron en torno al templete donde, sin pausa, se escucharon poesías, canciones, improvisadas escenificaciones políticas y de nuevo las consignas de apoyo a López Obrador, en un escenario que compartieron Jesusa Rodríguez, El Tata y artistas aficionados.

Así, a las siete de la noche, los integrantes del movimiento convinieron, junto con López Obrador, un nuevo plan de acción porque, como resumió la diputada de Convergencia Layda Sansores, “la lucha no termina aquí, esto apenas comienza”.

Muchos tuvieron presente siempre que, además del bloque que integraron las bancadas de PRI y PAN, el “enemigo estaba en la propia casa”. E identificaron con nombre y apellido a “los traidores”. ¡Fuera los chuchos! Coreó al unísono la gente, en alusión a que poco hizo esta corriente perredista (Nueva Izquierda) para lograr incluir en la enmienda legal la polémica frase de 12, 15 o 17 palabras, para asegurar que no se le entregue a un solo contratista “lotes” del territorio o aguas nacionales, además de que en los corrillos del plantón trascendió entre la franja de líderes, que el tribunal electoral fallará esta misma semana en torno al caso de la elección interna del PRD, del pasado 16 de marzo.

De acuerdo con los dichos, los magistrados “han recibido presiones” para resolver en favor de Jesús Ortega, líder de Nueva Izquierda, e inclusive dicen que la sentencia se elabora “con sumo cuidado”, porque los integrantes de ese tribunal saben que su juicio resolverá lo que no pudieron hacer los propios perredistas.

Integrantes de Izquierda Unida, grupo que apoya a Alejandro Encinas, se alistan para denunciar lo anterior, al tiempo que en la manifestación de este martes se mostraron mantas en las que se advertía: “Ni un voto más al Partido de la Revolución Democrática en 2009 y 2012”, “yo no soy perredista, soy lopezobradorista”, y otra más en alusión al líder de Nueva Izquierda: “Chucho el Roto robaba a los ricos para ayudar a los pobres, ahora los traidores chuchos ayudan a los ricos para amolar a los pobres”.

Publicado en el diario La Jornada el 29 de octubre de 2008. Obtenido en esa fecha de: http://www.jornada.unam.mx/2008/10/29/index.php?section=politica&article=006n1pol

miércoles, 22 de octubre de 2008

Alterando emociones


La noche del 11 de octubre, el grupo Jaguares llenó la Isla de las Estrellas dentro de las Fiestas del Sol . Los fanáticos exhalaron adrenalina por todos sus poros, ante el embrujo de la música.


Sergio Haro Cordero

Mexicali, B. C. Intenso movimiento se vivió el sábado 11 de octubre en las Fiestas del Sol , que apenas en su tercer fin de semana, se vieron retacadas de visitantes; aproximadamente 30 mil personas llenaron no sólo los estacionamientos aledaños, sino todos los pasillos de la feria.

De igual forma la pista de patinaje que el rodeo, o el espacio en espera de los Voladores de Papantla, o el área denominada Arte, Pan y Vino . Y qué decir de los juegos para todas las edades, plagados de emociones.

Desde muy temprano había gente en todo el lugar, más que nada, del sector juvenil, quienes merodeaban para después enfilarse hacia la Isla de las Estrellas, para disfrutar de la presentación de Jaguares.

Darks, emos , de camisas negras y pinta desenfadada, miles de jóvenes, adolescentes en su mayoría, ni siquiera nacían cuando Saúl Hernández ya marcaba pauta con Caifanes, aunque ello no fue ningún obstáculo para disfrutar de los placeres de la música del máximo Jaguar.

Ni el mago Eriko Trevensoli, a quien le tocó abrir el espectáculo, se pudo salvar de los gritos y la cabuya cuando, entre magia y magia, preguntaba "¿Qué gritan, qué están gritando?", ante los desangelados aplausos. "¡Jaguares, Jaguares!", era la respuesta colectiva.

Al finalizar la presentación del mago, un trío de locutores que pretendían amenizar el evento se llevaban mentadas y el ya clásico "¡culeeeros, culeeeros!", hasta que el reloj marcó las 11:47 de noche y las gargantas cambiaron su grito de hastío por chiflidos de apoyo, al ver salir a los muy esperados Jaguares, con Saúl Hernández al frente y en una nueva etapa -cabello corto, más maduro-, pero con es mismo jalón de hace 20 años.

La señal para comenzar el brincoteo fue el fuerte compás de la tarola, seguido de la singular voz de Hernández, misma que marcó el inicio de la fiesta musical.

"¡Saúl, Saúl!", repetían los gritos de las jóvenes, quienes estaban en las primeras filas, apretujadas, pero sin bajar la guardia.

Valió la pena la espera para los miles de fans de la banda mexicana que, festejando su 20 Aniversario, presentaron casi completito su nuevo disco, titulado 45.

Y así explicó el significado del mismo: "45 millones de pobres en México está cabrón. Exigimos al gobierno que cambie este sistema de repartición de bienes, que sea más justo y equitativo para todos. Por eso, raza, vamos a convocar al dios Jaguar para que nos ilumine".

Sin embargo, los fans no le perdonarían a Jaguares que excluyeran las melodías clásicas de su repertorio, las cuales fueron coreadas por la mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes ahí presentes, en la Isla de las Estrellas.

"¡Saúl!, Saúl!", era el insistente clamor de una joven disfrazada de novia, quien, en primera fila, sobresalía vestida de blanco y hasta con ramo y velo.

Saúl no podía dejar pasar la oportunidad para aventar su discurso en contra de la injusticia y a favor de un nuevo régimen, más justo, acorde a su participación en la organización Amnistía Internacional.

Lo cierto es que ni siquiera hacía falta la voz de Saúl al micrófono, pues le suplían los coros de miles de cargantes al unísono.

El concierto de casi dos horas no bajó su calidad un solo momento, manteniendo la adrenalina entre los cachanillas; de hecho, una buena parte era la nueva generación de adolescentes, fanáticos ya del conjunto mexicano que en esta fase después de Caifanes, siguen muy presentes en la memoria y los escenarios.

El público se los hizo saber a la hora de corear virtualmente Mátenme porque me muero:

Cuando me muera y me tengan que enterrar/ Quiero que sea con una de tus fotografías/ Para que no me dé miedo estar abajo/ Para que no se me olvide cómo es tu cara/ Para imaginar que estoy contigo / Y sentirme un poquito vivo. / Mátenme porque me muero/ Esta enfermedad es incurable, Esta enfermedad ni con un Valium...

O con Miedo, también cantada por miles de principio a fin:

Miedo/ Es lo que debe tener el cielo/ Será invadido/ Por amantes, delirantes por un beso / Por profetas y dementes exiliados/ Miedo/ Es lo que debe tener la vida/ Será enfrentada / Por los presos y los brujos solitarios.

Así, entre canción y canción, la noche transcurrió llena de emociones. Por momentos, la gente que estaba en las primeras filas asustados, pero emocionados a la vez, dejaron su lugar privilegiado por falta de aire, debido a los constantes apretujones que se vivieron en el lugar.

Ésa fue la primera noche fría del otoño cachanilla, que contrastó con el calor de miles de mexicalenses que acudieron al llamado para contrarrestar los efectos de este sistema tan injusto en el cual, pese a todo, los jóvenes exhalaron adrenalina por todos sus poros, ante el embrujo del grupo que tiene pacto con el dios Jaguar.

Publicado en el semanario Zeta número 1803, el 17 de octubre de 2008. Obtenido el 22 de octubre en:http://www.zetatijuana.com/html/EdicionActual/Espectaculoz-AlterandoEmociones.htm.


lunes, 20 de octubre de 2008

En voz de José Emilio Pacheco el Zócalo se llenó de poesía


Feria del libro en el zócalo

■ “Con razón no veía, no me cambié de lentes”, bromeó


Erika Montaño Garfias

Como es su costumbre, el poeta José Emilio Pacheco llegó puntual. Un pequeño problema de logística atrasó un poco la lectura que haría de su poesía, pero unos minutos después, superado el inconveniente y con Paco Ignacio Taibo II como escudero, cientos de personas, en las sillas, en el suelo y de pie, escucharon, de voz viva, a uno de los mejores poetas mexicanos, quien el próximo 28 de octubre celebra 50 años de la publicación de su primer libro La sangre de Medusa.

Esta, dijo el novelista y traductor, “no es una lectura convencional”. Y en verdad no lo fue: lo que ofreció a sus lectores/escuchas fue una selección de poemas “breves y medianos”, unos cuantos de los cuales han sido publicados en revistas, “pero el libro no ha salido y me temo que yo me tardé tanto que no me imaginaba la catástrofe que se nos ha venido encima y no sé incluso si podrá publicarse. Es un libro muy grande, en el sentido de páginas, no de grandeza poética”, afirmación con la que muchos no estuvieron de acuerdo.

De los tres títulos posibles –El mar no tiene dioses, Como la lluvia y Los días que no se nombran– dejó que fueran los ahí presentes quienes eligieran. El consenso fue para Los días que no se nombran.

Antes de comenzar, José Emilio Pacheco dedicó este recital poético a la memoria de Alejandro Aura y como una felicitación al poeta Enrique González Rojo quien celebra sus 80 años de edad. En una de las filas estaba su esposa, la escritora y periodista Cristina Pacheco, en una situación inusual. “Nunca había estado en una lectura mía, así como yo nunca estoy en sus actividades”, dijo el autor de Batallas en el desierto.

Leyó entonces Los días que no se nombran, el primer poema, y el público comenzó a aplaudir. Preocupado siempre por el tiempo, José Emilio pidió: “no me aplaudan para que ahorremos tiempo”.

Así, en lugar de aplausos, Taibo II ofreció como alternativa “la locura” que Pacheco inventó en Gijón, España, hacer la V de la victoria, pero invertida, ya que Vicente Fox había abusado de ella. Entonces cada fin de poema se alzaban cientos de manos con esa V patas abajo.


No soy oportunista

No leyó, por cierto, un poema escrito en 2004 acerca de las estatuas que sirven para que las caguen las palomas y las tire la gente, “para no parecer oportunista”, pero sí leyó La hora de los niños, La extrañeza, El canal de la nada (dedicado al Metro), otro dedicado a Tacubaya y sobre la experiencia “terrible” de entrar en una morgue, leyó El mañana, Mis tristes capitanes, Nubes, Almanaque, muchos de los cuales, reconoció, “no son optimistas, pero la poesía tiene la rara característica de concentrar la negatividad”.

Lúdico fue El rap del salmón o Las enseñanzas del zancudo.

El último fue el que cierra otro libro de poemas, estos en prosa, que comienza “Hace milagros este amanecer…”

Terminó la lectura, no sin antes hacer una confesión: “Con razón no veía, no me cambié de lentes”, y firmó decenas de libros. La fila para conseguir su autógrafo creció varias veces. Una hora más estuvo sentado firmando, firmando y firmando.

Y como dijo Taibo II en su presentación: El jefe de la sesión de este domingo fue José Emilio Pacheco.

Tomado del periódico La Jornada. Consultado el 20 de octubre de 2008, en: http://www.jornada.unam.mx/2008/10/20/index.php?section=cultura&article=a13n1cul.