Yo que sólo canté de la exquisita partitura del íntimo decoro, alzo hoy la voz a la mitad del foro a la manera del tenor que imita la gutural modulación del bajo para cortar a la epopeya un gajo.
Navegaré por las olas civiles con remos que no pesan, porque van como los brazos del correo chuan que remaba la Mancha con fusiles.
Diré con una épica sordina: la Patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permite que te envuelva en la más honda música de selva con que me modelaste por entero al golpe cadencioso de las hachas, entre risas y gritos de muchachas y pájaros de oficio carpintero.
PRIMER ACTO
Patria: tu superficie es el maíz, tus minas el palacio del Rey de Oros, y tu cielo, las garzas en desliz y el relámpago verde de los loros.
El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo.
Sobre tu Capital, cada hora vuela ojerosa y pintada, en carretela; y en tu provincia, del reloj en vela que rondan los palomos colipavos, las campanadas caen como centavos.
Patria: tu mutilado territorio se viste de percal y de abalorio.
Suave Patria: tu casa todavía es tan grande, que el tren va por la vía como aguinaldo de juguetería.
Y en el barullo de las estaciones, con tu mirada de mestiza, pones la inmensidad sobre los corazones.
¿Quién, en la noche que asusta a la rana, no miró, antes de saber del vicio, del brazo de su novia, la galana pólvora de los juegos de artificio?
Suave Patria: en tu tórrido festín luces policromías de delfín, y con tu pelo rubio se desposa el alma, equilibrista chuparrosa, y a tus dos trenzas de tabaco sabe ofrendar aguamiel toda mi briosa raza de bailadores de jarabe.
Tu barro suena a plata, y en tu puño su sonora miseria es alcancía; y por las madrugadas del terruño, en calles como espejos se vacía el santo olor de la panadería.
Cuando nacemos, nos regalas notas, después, un paraíso de compotas, y luego te regalas toda entera suave Patria, alacena y pajarera.
Al triste y al feliz dices que sí, que en tu lengua de amor prueben de ti la picadura del ajonjolí.
¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena de deleites frenéticos nos llena!
Trueno de nuestras nubes, que nos baña de locura, enloquece a la montaña, requiebra a la mujer, sana al lunático, incorpora a los muertos, pide el Viático, y al fin derrumba las madererías de Dios, sobre las tierras labrantías.
Trueno del temporal: oigo en tus quejas crujir los esqueletos en parejas, oigo lo que se fue, lo que aún no toco y la hora actual con su vientre de coco. Y oigo en el brinco de tu ida y venida, oh trueno, la ruleta de mi vida.
INTERMEDIO
(Cuauhtémoc)
Joven abuelo: escúchame loarte, único héroe a la altura del arte.
Anacrónicamente, absurdamente, a tu nopal inclínase el rosal; al idioma del blanco, tú lo imantas y es surtidor de católica fuente que de responsos llena el victorial zócalo de cenizas de tus plantas.
No como a César el rubor patricio te cubre el rostro en medio del suplicio; tu cabeza desnuda se nos queda, hemisféricamente de moneda.
Moneda espiritual en que se fragua todo lo que sufriste: la piragua prisionera , al azoro de tus crías, el sollozar de tus mitologías, la Malinche, los ídolos a nado, y por encima, haberte desatado del pecho curvo de la emperatriz como del pecho de una codorniz.
SEGUNDO ACTO
Suave Patria: tú vales por el río de las virtudes de tu mujerío. Tus hijas atraviesan como hadas, o destilando un invisible alcohol, vestidas con las redes de tu sol, cruzan como botellas alambradas.
Suave Patria: te amo no cual mito, sino por tu verdad de pan bendito; como a niña que asoma por la reja con la blusa corrida hasta la oreja y la falda bajada hasta el huesito.
Inaccesible al deshonor, floreces; creeré en ti, mientras una mejicana en su tápalo lleve los dobleces de la tienda, a las seis de la mañana, y al estrenar su lujo, quede lleno el país, del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía, en piso de metal, vives al día, de milagros, como la lotería.
Tu imagen, el Palacio Nacional, con tu misma grandeza y con tu igual estatura de niño y de dedal.
Te dará, frente al hambre y al obús, un higo San Felipe de Jesús.
Suave Patria, vendedora de chía: quiero raptarte en la cuaresma opaca, sobre un garañón, y con matraca, y entre los tiros de la policía.
Tus entrañas no niegan un asilo para el ave que el párvulo sepulta en una caja de carretes de hilo, y nuestra juventud, llorando, oculta dentro de ti el cadáver hecho poma de aves que hablan nuestro mismo idioma.
Si me ahogo en tus julios, a mí baja desde el vergel de tu peinado denso frescura de rebozo y de tinaja, y si tirito, dejas que me arrope en tu respiración azul de incienso y en tus carnosos labios de rompope.
Por tu balcón de palmas bendecidas el Domingo de Ramos, yo desfilo lleno de sombra, porque tú trepidas.
Quieren morir tu ánima y tu estilo, cual muriéndose van las cantadoras que en las ferias, con el bravío pecho empitonando la camisa, han hecho la lujuria y el ritmo de las horas.
Patria, te doy de tu dicha la clave: sé siempre igual, fiel a tu espejo diario; cincuenta veces es igual el AVE taladrada en el hilo del rosario, y es más feliz que tú, Patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de abandono; sedienta voz, la trigarante faja en tus pechugas al vapor; y un trono a la intemperie, cual una sonaja: la carretera alegórica de paja.
Obtenido el 6 de marzo de 2009 de: http://www.poema-de-amor.com.ar/mostrar-poema.php?poema=4443
La culebra tiene los ojos de vidrio; la culebra viene y se enreda en un palo; con sus ojos de vidrio, en un pato, con sus ojos de vidrio. La culebra camina sin patas; la culebra se esconde en la yerba; caminando se esconde en la yerba, caminando sin patas.
Tú le das con el hacha, y se muere: ¡dale ya! ¡No le des con el pie, que te muerde, no le des con el pie, que se va!
Sensemayá, la culebra, sensemayá. Sensemayá, con sus ojos, sensemayá. Sensemayá, con su lengua, sensemayá. Sensemayá, con su boca, sensemayá ...
¡La culebra muerta no puede comer; la culebra muerta no puede silbar; no puede caminar, no puede correr! ¡La culebra muerta no puede mirar; la culebra muerta no puede beber; no puede respirar, no puede morder!
¡Mayombe—bombe--mayombé! Sensemayá, la culebra… ¡Mayombe--bombe--mayombé! Sensemayá, no se mueve… ¡Mayombe—bombe--mayombé! Sensemayaá, la culebra… ¡Mayombe—bombe--mayombé! Sensemayá, se murió!
Obtenido el 5 de marzo de 2009 de: http://home.wlu.edu/~barnettj/lit295/guillen.htm
Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas. Desde mi boca llegará hasta el cielo lo que estaba dormido sobre tu alma. . Es en ti la ilusión de cada día. Llegas corno el rocío a las corolas. Socavas el horizonte con tu ausencia. Eternamente en fuga como la ola. . He dicho que cantabas en el viento como los pinos y como los mástiles. Como ellos eres alta y taciturna. Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino. Te pueblan ecos y voces nostálgicas. Yo desperté y a veces emigran y huyen pájaros que dormían en tu alma.
Obtenido el 5 de marzo de 2009 de: http://www.tinet.org/~elebro/poe/neruda/neruda19.html
Hay un país en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol, Oriundo de la noche. Colocado en un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol. Sencillamente liviano, como un ala de murciélago apoyado en la brisa. Sencillamente claro, como el rastro del beso en las solteras antiguas o el día en los tejados. Sencillamente Frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo sencillamente tórrido y pateado como una adolescente en las caderas. Sencillamente triste y oprimido. Sinceramente agreste y despoblado.
En verdad. Con dos millones suma de la vida y entre tanto cuatro cordilleras cardinales y una inmensa bahía y otra inmensa bahía, tres penínsulas con islas adyacentes y un asombro de ríos verticales y tierra bajo los árboles y tierra bajo los ríos y en la falta del monte y al pie de la colina y detrás del horizonte y tierra desde el cantío de los gallos y tierra bajo el galope de los caballos y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor y debajo de todas las huellas y en medio el amor. Entonces es lo que he declarado. Hay un país en el mundo sencillamente agreste y despoblado.
Algún amor creerá que en este fluvial país en que la tierra brota, y se derrama y cruje como una vena rota, donde el día tiene su triunfo verdadero, irán los campesinos con asombro y apero a cultivar cantando su franja propietaria. Este amor quebrará su inocencia solitaria. Pero no. Y creerá que en medio de esta tierra recrecida, donde quiera, donde ruedan montañas por los valles como frescas monedas azules, donde duerme un bosque en cada flor y en cada flor de la vida, irán los campesinos por la loma dormida a gozar forcejeando con su propia cosecha.
Este amor doblará su luminosa flecha. Pero no. Y creerá que donde el viento asalta el íntimo terrón y lo convierte en tropas de cumbres y praderas, donde cada colina parece un corazón, en cada campesino irán las primaveras cantando entre los surcos su propiedad. Este amor alcanzará su floreciente edad. Pero no. Hay un país en el mundo donde un campesino breve seco y agrio muere y muerde descalzo su polvo derruido, y la tierra no alcanza para bronca muerte. ¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido. En un país pequeño y agredido. Sencillamente triste, triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije sencillamente triste y oprimido. No es eso solamente. Faltan hombres para tanta tierra. Es decir, faltan hombres que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre después de unas canciones. Madre de la hortaliza. Madre del pan. Madre del lienzo y del techo. Madre solícita y nocturna junto al lecho... Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces los alcen contra el sol y la distancia. Contra las leyes de la gravedad. Y les saquen reposo, rebeldía y claridad. Y los hombres que se acuesten con la arcilla y la dejen parida de paredes. Y los hombres que descifren los dioses de los ríos y los suban temblando entre las redes. Y hombres en la costa y en los fríos desfiladeros y en toda desolación. Es decir, faltan hombres. Y falta una canción.
Procedente del fondo de la noche vengo a hablar de un país. Precisamente pobre de población. Pero no es eso solamente. Natural de la noche soy producto de un viaje. Dadme tiempo coraje para hacer la canción.
Pulmón de nido nivel de luna salud del oro guitarra abierta final de viaje donde una isla los campesinos no tienen tierra.
Decid al viento los apellidos de los ladrones y las cavernas y abrid los ojos donde un desastre los campesinos no tienen tierra. El aire brusco de un breve puño que se detiene junto a una piedra abre una herida donde unos ojos los campesinos no tienen tierra.
Los que la roban no tienen ángeles no tiene órbita entre las piernas no tiene sexo donde una patria los campesinos no tienen tierra.
No tienen paz entre las pestañas no tienen tierra no tienen tierra.
País inverosímil. Donde la tierra brota y se derrama y cruje como una vena rota, donde alcanza la estatura del vértigo, donde las aves nadan o vuelan pero en el medio no hay más que tierra: los campesinos no tienen tierra. Y entonces ¿de dónde ha salido esta canción? ¿Cómo es posible? ¿Quién dice que entre la fina salud del oro los campesinos no tienen tierra? Esa es otra canción. Escuchad la canción deliciosa de los ingenios de azúcar y de alcohol.
Miro un brusco tropel de raíles son del ingenio sus soportes de verde aborigen son del ingenio y las mansas montañas de origen son del ingenio y la caña y la yerba y el mimbre son del ingenio y los muelles y el agua y el liquen son del ingenio y el camino y sus dos cicatrices son del ingenio y los pueblos pequeños y vírgenes son del ingenio y los brazos del hombre más simple son del ingenio y sus venas de joven calibre son del ingenio y los guardias con voz de fusiles son del ingenio y las manchas del plomo en las ingles son del ingenio y la furia y el odio sin límites son del ingenio y las leyes calladas y tristes son del ingenio y las culpas que no se redimen son del ingenio veinte veces lo digo y lo dije son del ingenio “nuestros campos de gloria repiten” son del ingenio en la sombra del ancla persisten son del ingenio aunque arrojen la carga del crimen lejos del puerto con la sangre y el sudor y el salitre son del ingenio.
Y éste es el resultado. El día luminoso regresando a través de los cristales del azúcar, primero se encuentra al labrador. En seguida al leñero y al picador de caña rodeado de sus hijos llenando la carreta.
Y al niño del guarapo y después al anciano sereno con el reloj, que lo mira con su muerte secreta, y a la joven temprana cosiéndose los párpados en el saco cien mil y al rastro del salario perdido entre las hojas del listero. Y al perfil sudoroso de los cargadores envueltos en su capa de músculos morenos. Y al albañil celeste colocando en el cielo el último ladrillo de la chimenea. Y al carpintero gris clavando el ataúd para la urgente muerte, cuando suena el silbato, blanco y definitivo, que el reposo contiene.
El día luminoso despierta en las espaldas de repente, corre entre los raíles, sube por las grúas, cae en los almacenes. En los patios, al pie de una lavandera, mojada en las canciones, cruje y rejuvenece. En las calles se queja en el pregón. Apenas su pie despunta desgarra los pesebres. Recorre las ciudades llenas de los abogados que no son más que placas y silencio, a los poetas que no son más que nieblas y silencio y a los jueces silenciosos. Sube, salta, delira en las esquinas y el día luminoso se resuelve en un dólar inminente. ¡Un dólar! He aquí el resultado. Un borbotón de sangre. Silenciosa, terminante. Sangre herida en el viento Sangre en el efectivo producto de amargura. Este es un país que no merece el nombre de país. Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura.
Es cierto que lo beso y que me besa y que su beso no sabe más que a sangre. Que día vendrá, oculto en la esperanza, con su canasta llena de iras implacables y rostros contraídos y puños y puñales. Pero tened cuidado. No es justo que el castigo caiga sobre todos. Busquemos los culpables. Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos sobre los hombros de los culpables.
Y así palor de luna pasajeros despoblados y agrestes del rocío, van montañas y valles por el río camino de los puertos extranjeros.
Es verdad que en el tránsito del río, cordilleras de miel, desfiladeros de azúcar y cristales marineros disfrutan de un metálico albedrío, y que al pie del esfuerzo solidario aparece el instinto proletario. Pero ebrio de orégano y de anís y mártir de los tórridos paisajes hay un hombre de pie en los engranajes. Desterrado en su tierra. Y un país en el mundo, fragante, colocado en el mismo trayecto de la guerra. Traficante de tierras y sin tierra. Material. Matinal. Y desterrado.
Y así no puede ser. Desde la sierra procederá un rumor iluminado probablemente ronco y derramado. Probablemente en busca de la tierra. Traspasará los campos y el celeste
dominio desde el este hasta el oeste conmoviendo la última raíz y sacando los héroes de la tumba habrá sangre de nuevo en el país habrá sangre de nuevo en el país.
Y esta es mi última palabra. Quiero oírla. Quiero verla en cada puerta de religión, donde una mano abierta solicita un milagro del estero. Quiero ver su amargura necesaria donde el hombre y la res y el surco duermen y adelgazan los sueños en el germen de quietud que eterniza la plegaria.
Donde un ángel respira. Donde arde una suplica pálida y secreta y siguiendo el carril de la carreta un boyero se extingue con la tarde. Después
No quiero más que paz. Un nido de constructiva paz en cada palma Y quizás a propósito del alma el enjambre de besos y el olvido.
Obtenido el 5 de marzo de 2009 de: http://www.latinartmuseum.com/busqueda.htm
México: en el eco de tus montañas hay fatiga, hay cansancio en la hierba. en el canto de las aves hay protestas, y hay tristezas en la oscura suavidad de la espesura.
La inconformidad se siente en la llanura. los rencores se acumulan en los cardos, y en la oquedad de los troncos el odio se acuclilla.
El arado se traba entre los surcos. la mano de mi hermano va empuñada, con los ojos clavados en la tierra y el pensamiento metido en las entrañas.
Tienen sed de justicia sus anhelos inciertos, tienen sed de esperanzas hasta los mismo muertos; y la justicia comodina y ciega. va arrastrando en hilangos la codicia.
¡Así cantan los poetas. así van hilvanando sus ilusiones huecas! !Yo les pido que canten suavemente. pero que canten a los pájaros y a las flores, que no canten para mí, que no me falta su canto.
El que hablaba era un hombre enflaquecido con la piel enjuta hasta los huesos y los pies partidos por el Iodo. ¡Yo no quiero -decía-, los versos del poeta, tengo sed de justicia y de verdades!
Cuando un perro se muere por falta de tortillas, lo arrastra la barranca, y de esa agua que corre, se llenan las tinajas.
No tenemos farmacias. tenemos curanderos, que quitan los dolores con hierbas y milagros.
Son muy grandes las tierras y son grandes los potreros es buena la cosecha, pero es grande la colmena.
El río se va secando igual que las resinas, y se va secando el hambre, igual que la fatiga; pero de mis pesares no repartimos quejas, yo sólo tengo una; el canto del poeta.
En el tiempo del tiempo llegan a este pueblo los hombres del Partido alborotando gente, quieren que todo el pueblo, en un solo estallido, aumenten más el triunfo del hombre prometido.
Y en toda esa alegría del aplauso candente, la tristeza se esconde, y tiene fiesta mi pueblo, fiesta para los perros, y fiesta para mi gente.
Hoy que vuelvo a mi pueblo, encontré las promesas, entre las mismas cosas y con las mismas quejas. Promesas de esos hombres que no fueron cumplidas y que se fueron quedando como cosas perdidas.
¡Nada cambió en mi pueblo! ¡Están los mismos anhelos y están los mismos quejidos! ¡El mismo sol inclemente y el mismo canto del grillo! Encontré en el basurero el mismo olor de los cerdos, las mismas moscas picando sobre los huesos de un perro.
Y los atajos polvosos y el cansancio del arriero pisando con sus huaraches la tierra del hormiguero.
Que se callen por favor, que los derechos no se cubren con palabras; la poesía alimenta al pensamiento, pero deja en el estómago la misma necesidad y el mismo sufrimiento.
Me acerqué más a él y en silencio escuché lo que decía: Yo me fui de este pueblo cargando mis tristezas hoy regreso a mi pueblo con las mismas pobrezas.
¡Vengo a mirar la cara a la justicia y quiero que la justicia vea mi cara! ¡Si no fuera mujer le exigiría que tuviera vergüenza y más hombría!
¡Yo no quiero escuchar palabras enmieladas! ¡Yo conozco una sola, una sola palabra sin poesía que es parte de mi cuerpo y de mi sangre! ¡Una sola palabra carcomida, y no la digas poeta ... es mi hambre!
El hombre en su cotón más flaco se veía, con la cara ceniza y las manos vacías. Una mueca en la risa le borró bien sus lágrimas. y me dolió cuando dijo con humildes palabras:
Yo nací en este pueblo con casitas de palma, muy cerca baja el río con olor a resinas. no tenemos descanso, tenemos la capilla; el viejo campanario se llena de gorriones y de pocos rosarios.
También encontré cansada a la misma mujer preñada, lavando en las mismas piedras. Las barrancas estancadas, y dentro de esa agua puerca, toda la sed de mi pueblo.
Hay marañas en las calles, hay fatiga y hay tristezas, hay rencores y protestas; pero protestas a Dios, protestas que son sus quejas guardadas con devoción.
Al volver hoy a mi pueblo, me encontré con esos hombres del poderoso Partido; han traído las promesas que ya no tienen sentido. ¡Han puesto ya la tribuna sobre el tronco de un capiro. y han colgado los papeles que siempre dicen lo mismo!
¡Escuchen... sí... están diciendo lo mismo! ¡No han cambiado las palabras que jamás he comprendido! ¡Es la misma cantaleta y siempre el mismo estribillo! ¡Por favor, díganles que se callen!
¿Alguien quiere decirles que se callen? ¡Ya no quiero escuchar palabras ejidales! ¡No quiero escuchar el ruido de ese enjambre! ¡Se me secó el entusiasmo cuando se secó mi hambre!
¡No tengo fe ni confianza, sólo tengo mi cansancio! ¡Y mi cansancio no sirve, y no sirven mis aplausos!
¡Alguien debe decirles que se callen! ¡No entiendo su revolución, ni soy razón de su meta! ¡Me han cansado las promesas, y me han cansado también ... los versos de los poetas!
Obtenido el 5 de marzo de 2009 de: http://unagotalmar.blogspot.com/2007/03/catalina-pastrana-iguala-gro-1926-2003.html
Me despreciaste por negro y yo te quise por blanca que maldito sea el color que separó nuestras almas. Por un instante quise yo que el sol nublara mis esperanzas pero la noche no le quiso dar el color a mi alma. Y la culpa la tengo yo porque creí que ese amor cuando se quiere de veraz no se fija en el color. Te burlas de mi porque tengo esta piel negra que tanto te espanta, que tanto maldices que tanto desprecias. Mucho más blanca que tú tengo el alma y las entrañas. Por eso te digo mujer si Dios es más grande del mundo, porque me desprecias si tu al lado de Él: no eres nada. Razón tenía mi madre cuando supo que te amaba se compadecía de mi. Es que sabía la pobre como queremos los negros y como los blancos desprecian el color de nuestras almas. Mira, aunque mis ojos son tan negros lloran lágrimas blancas. Me despreciaste por negro
y yo te quise por blanca.
Obtenido el 5 de marzo de 2009 de: http://segundochinguel.blogspot.com/2008/05/el-desprecio-de-nicomedes-santa-cruz.html
Yo te prometo colgarme en el pescuezo una piedra y echarme de noche al río sin que tú misma lo sepas.
Yo estoy dispuesto a cargar con la pólvora más negra un cachorrillo de hierro y que las sienes me muerda.
Esto puede acabar del modo que te convenga, esta tarde o esta noche o después cuando amanezca.
Sólo con que tú me lo digas: “Se acabó la historia aquella.” pero lo que no podrás es que acabemos a medias.
Que en amistad trastoquemos lo que fue pasión deshecha; que tú vayas por la calle y yo por la calle venga, y nos digamos ¡”Adiós”! como amigos que se encuentran.
Que tu digas: “Aquel tiempo!” que yo diga:¡”Aquella fecha!” y que los besos sorbidos boca a boca, vena a vena, no se nos pongan de pie como claras bayonetas y nos claven por cobardes sobre la cruz de las piedras.
Amantes fuimos los dos que amarse no da vergüenza; comimos del mismo pan; pisamos la misma hierba, y las paredes calladas huelen al que oler sepa, a vida que hicimos juntos llevando la misma senda.
Amantes fuimos los dos: el fuego tú; yo la yesca; tu, la soga; yo el caldero; tú, el aire, yo la veleta.
Años enteros unidos en una misma cadena de sobresaltos y besos, de conciencia y de inconciencia, de quietud y de inquietud.
¡Ay, Dios que si lo barruntan! ¡Ay, Dios que si lo comentan! ¡Ay, que si me ven contigo! ¡Ay, que si contigo me ven!
Besos entre sobresaltos; entre amarguras promesas. Saber engañar a todos y tener la verdad nuestra; de estar por dentro casados en una alianza secreta.
Casado estuve contigo; arras fueron las estrellas, y en el libro de la vida quedó por siempre una fecha; que era junio y era un día que olía a cosas eternas.
Amantes fuimos los dos, que amarse no da vergüenza. Amantes fuimos de llanto, amantes de complacencia, amantes porque te di todo lo que tú me dieras.
La vida tuya fue mía: la mía, tú te la llevas.
Hasta ayer. Ayer me dices claramente, por las buenas, que nos conviene acabar con aquella historia. ¡Aquella! Eso no nace de nuevo no la improvisas a ciegas; eso, razón razonada, “agua que viene de alberca no se detiene ante nada”.
¿Qué vamos a acabar? Bueno; como mejor te convenga. Y estoy dispuesto a colgarme en el pescuezo una piedra y echarme de noche al río sin que tu misma lo sepas.
¿Tú que harás? ¿Entrarte a monja? ¿Beber solimán a ciegas? ¿Ponerte un ascua en las sienes para que derritan su cera? Sólo así podrá acabar pasión que fue tan entera. ¿pues otra cosa creías? ¿Pues otra cosa alimentas?
¿Qué amor se puede cambiar en amistad sin ojeras? ¿Qué amantes y amigos son como dos varas gemelas, y que se corta la una cuando la otra se seca?
¿Qué quien te tuvo en sus brazos y saboreo tu lengua, y hundió contigo la almohada junto a tu misma cabeza puede ser el amigo ese que, cuando se le tropieza, se le dice: “Adiós, amigo!”, y se sigue la vereda?
Pero ¿quién te ha trastornado quién te ha dado esa ceguera? El amor cuando es amor, sólo tiene dos certezas: el odio, verdad de sangre; la muerte, certeza negra.
¿Qué vamos a acabar? Bueno; como mejor te convenga. Pero ¿amigos? ¡Nunca! ¡Nunca! Te estoy deseando muerta, me estoy deseando muerto, pero sin amor a medias.
Si tú quieres, llámame; yo te llamaré si esperas. ¡Hazme el nudo corredizo; eche yo el nudo a tu cuerpo, y acabemos esta vida que por tanto amor te pesa!
Obtenido el 5 de marzo de 2009 de: http://poemas.ec/2008/01/jos-antonio-ochaita-romance-del-acabose.html
El viento es un caballo: óyelo cómo corre por el mar, por el cielo.
Quiere llevarme: escucha cómo recorre el mundo para llevarme lejos.
Escóndeme en tus brazos por esta noche sola, mientras la lluvia rompe contra el mar y la tierra su boca innumerable.
Escucha como el viento me llama galopando para llevarme lejos.
Con tu frente en mi frente, con tu boca en mi boca, atados nuestros cuerpos al amor que nos quema, deja que el viento pase sin que pueda llevarme.
Deja que el viento corra coronado de espuma, que me llame y me busque galopando en la sombra, mientras yo, sumergido bajo tus grandes ojos, por esta noche sola descansaré, amor mío.
Obtenido el 5 de marzo de 2009 de: http://www.poemas-del-alma.com/el-viento-en-la-isla.htm
¡Pues bien! yo necesito decirte que te adoro decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que ya no puedo tanto al grito que te imploro, te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.
II
Yo quiero que tu sepas que ya hace muchos días estoy enfermo y pálido de tanto no dormir; que ya se han muerto todas las esperanzas mías, que están mis noches negras, tan negras y sombrías, que ya no sé ni dónde se alzaba el porvenir.
III
De noche, cuando pongo mis sienes en la almohada y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver, camino mucho, mucho, y al fin de la jornada las formas de mi madre se pierden en la nada y tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.
IV
Comprendo que tus besos jamás han de ser míos, comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás, y te amo y en mis locos y ardientes desvaríos bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos, y en vez de amarte menos te quiero mucho más.
V
A veces pienso en darte mi eterna despedida, borrarte en mis recuerdos y hundirte en mi pasión mas si es en vano todo y el alma no te olvida, ¿Qué quieres tú que yo haga, pedazo de mi vida? ¿Qué quieres tu que yo haga con este corazón?
VI
Y luego que ya estaba concluído tu santuario, tu lámpara encendida, tu velo en el altar; el sol de la mañana detrás del campanario, chispeando las antorchas, humeando el incensario, y abierta alla a lo lejos la puerta del hogar...
VII
¡Qué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo, los dos unidos siempre y amándonos los dos; tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho, los dos una sola alma, los dos un solo pecho, y en medio de nosotros mi madre como un Dios!
VIII
¡Figúrate qué hermosas las horas de esa vida! ¡Qué dulce y bello el viaje por una tierra así! Y yo soñaba en eso, mi santa prometida; y al delirar en ello con alma estremecida, pensaba yo en ser bueno por tí, no mas por ti.
IX
¡Bien sabe Dios que ese era mi mas hermoso sueño, mi afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer; bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño, sino en amarte mucho bajo el hogar risueño que me envolvió en sus besos cuando me vio nacer!
X
Esa era mi esperanza... mas ya que a sus fulgores se opone el hondo abismo que existe entre los dos, ¡Adiós por la vez última, amor de mis amores; la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores; mi lira de poeta, mi juventud, adiós!
Obtenido el 5 de marzo de 2009 de: http://www.los-poetas.com/acuna/nocturno.htm
Andando en un camino encontré al aire, lo saludé y le dije con respeto: "Me alegro de que por una vez dejes tu transparencia, así hablaremos." El incansable, bailó, movió las hojas, sacudió con su risa el polvo de mis suelas, y levantando toda su azul arboladura, su esqueleto de vidrio, sus párpados de brisa, inmóvil como un mástil se mantuvo escuchándome. Yo le bese su capa de rey del cielo, me envolví en su bandera de seda celestial y le dije: monarca o camarada, hilo, corola o ave, no sé quien eres, pero una cosa te pido, no te vendas. El agua se vendió y de las cañerías en el desierto he visto terminarse las gotas y el mundo pobre, el pueblo caminar con su sed tambaleando en la arena. Vi la luz de la noche racionada, la gran luz en la casa de los ricos. Todo es aurora en los nuevos jardines suspendidos, todo es oscuridad en la terrible sombra del callejón. De allí la noche, madre madrastra, sale con un puñal en medio de sus ojos de búho, y un grito, un crimen, se levantan y apagan tragados por la sombra. No, aire, no te vendas, que no te canalicen, que no te entuben, que no te encajen ni te comprimanm que no te hagan tabletas, que no te metan en una botella, cuidado! llámame cuando me necesites, yo soy el poeta hijo de pobres, padre, tío, primo, hermano carnal y concuñado de los pobres, de todos, de mi patria y lasotras, de los pobres que viven junto al río, de la vertical cordillera pican piedra, clavan tablas, cosen ropa, cortan leña, muelen tierra, y por eso yo quiero que respiren, tú eres lo único que tienen, por eso eres transparente, para que vean lo que vendrá mañana, por eso existes, aire, déjate respirar, no te encadenes, no te fies de nadie que venga en automóvil a examinarte, déjalos, ríete de ellos, vuélales el sombrero, no aceptes sus proposiciones, vamos juntos bailando por el mundo, derribando las flores del manzano, entrando en las ventanas, silbando juntos, silbando melodías de ayer y de mañana, ya vendrá un día en que libertaremos la luz y el agua, la tierra, el hombre, y todo para todos será, como tú eres. Por eso, ahora, cuidado! y ven conmigo, nos queda mucho que bailar y cantar, vamos a lo largo del mar, a lo alto de los montes, vamos donde éste floreciendo la nueva primavera y en un golpe de viento y canto repartamos las flores, el aroma, los frutos, el aire de mañana.
Obtenido el 5 de marzo de 2009 de: http://www.fortunecity.com/campus/spanish/297/aire.html
Sobre el banquillo gris, del acusado, se encuentra un hombre de mirar perdido y de ver su semblante entristecido el corazón se siente apesarado.
Hundida entre las manos la cabeza y sumido en el mar de sus sollozos ante la ley brutal y los curiosos que mofándose están de su tristeza.
Grave y sereno el juez; fruncido el seño impasible se encuentra en el estrado sin embargo en la faz del magistrado, se adivina un pesar jamás domeño.
El turno es del fiscal; con voz de trueno ante la turba hostil de odio cegada lanza su acusación de hiel cargada cual lanza la serpiente su veneno.
¡Ahí lo tenéis señores es la bestia! el hombre sin entrañas el ladino el ser más despreciable ¡el asesino! que priva de la vida sin molestia.
¡Es un chacal! malvado y truculento, un ente sin piedad ¡un MATRICIDA! quien con sus garras arrancó la vida de la mujer que le brindo el sustento.
De la mujer que lo veló de niño, de la mujer que lo forjó en su sangre, de esa mujer que como toda madre le arrulló alguna vez en su corpiño.
Y cómo le pagó ¡qué cruel delito! que injusticia sin par... que cobardía arrancarle la vida en forma impía señores este ser ¡es un maldito!
Es un chacal y al condenarlo en suerte que se cumpla la ley en su persona y si Dios su pecado le perdona ¡Que la justicia le condene a muerte!
Calló el fiscal; la turba enardecida con rugido feroz gritó al momento ¡Muera, muera; pero antes al tormento! ¡Que muera el indeseable matricida!
Habla por fin el juez desde su estrado imponiendo silencio al ruido hecho y dice: todo ser tiene derecho que hable sobre el asunto el acusado.
Anegados los ojos por el llanto la faz ajada... hirsuta la cabeza jamás he visto tan fatal tristeza, jamás he visto sufrimiento tanto.
... ¡Yo soy el asesino la he matado! y lo juro ante Dios... ¡no me arrepiento! si por ello me aplican cruel tormento por su dicha lo doy por bien empleado.
Más mienten los que dicen que con saña a mi madre maté, ¡miente la plebe! yo la maté sin el dolor más leve la maté con amor, y así no daña.
La maté con ternura, suavemente ... se extinguió su existencia tormentosa cual leve palpitar de mariposa y abandonó la vida... dulcemente.
Dulcemente murió, ¡cuánto la quise! difícil es medir lo que es cariño maté a quien me arrulló cuando era niño sin embargo es amor; porque lo hice.
Cuántos de los hipócritas humanos a quien yo supliqué pidiendo ayuda hoy me escarnecen con terrible duda ¡y todavía pretenden ser cristianos!
Cómo sufrió mi madre ¡pobrecita! con atroces dolores en el pecho implorándole a Dios desde su lecho ¡sufriendo aquella enfermedad maldita!
¡Jamás he de olvidar aquella noche! en que gritando de dolor me dijo ¡Mátame por piedad, mátame hijo! y no esperes de mi alma ni un reproche.
Yo bendigo tu mano hijo de mi alma, ¡Mátame ya!... y dame sepultura yo bien sé que mi mal no tiene cura, ¡Mátame por piedad!... dame la calma.
Y ese grito salvaje y lastimero, que anhelaba la muerte suplicante taladraba mi alma a cada instante ¡Mátame hijo! ¿Dios mío por qué no muero?
Y se ofuscó la luz de mi conciencia, y dejé de ser hijo... ¡fui verdugo! y le arranqué del sufrimiento el yugo yo le quité señores ¡la existencia!
Lo demás ya lo saben; qué tortura ¡ya no soporto del dolor el peso! y aquí me encuentro ante vosotros preso y es mi única pasión la sepultura.
Mas no es la ley quien deberá juzgarme, aunque sí soy culpable de eutanasia no se van a reír de mi desgracia ¡No lo harán! porque yo ¡voy a matarme!
Una daga sacó de la cintura que en el pecho clavóse con violencia al cielo suplicó ¡Señor... clemencia! y se borró en su rostro la amargura.
Y así termina la existencia agita de un hombre que de amor es ¡MATRICIDA! y deja en los anales de la vida ¡UNA HISTORIA DE AMOR CON SANGRE ESCRITA!
R con R cigarro, R con R barril, rápido corren los carros cargados de azúcar al ferrocarril.
TR
En tres tristes trastos de trigo, tres tristes tigres comían trigo; comían trigo, tres tristes tigres, en tres tristes trastos de trigo.
CA, QUE, QUI, CO, CU.
El que poco coco come, poco coco compra; el que poca capa se tapa, poca capa se compra. Como yo poco coco como, poco coco compro, y como poca capa me tapo, poca capa me compro.
El gavilán le dijo a la garza ¿cómo está garza? y al gavilán ¿cómo estás? le dijo la garza.
Pablito clavó un clavito, un clavito clavó Pablito. ¿Qué clase de clavito clavó Pablito?
Pedro Pérez pide permiso para partir para París, para ponerse peluca postiza porque parece puerco pelado
El cielo de Constantinopla se quiere desconstantinopolizar el destantinopolizador que lo descontantinopolizare buen descontantinopolizador será.
El cielo de Parangaricutirimicuaro se quiere desparangaricutirimicuarizar el desparangaricutirimicuador que lo desparangaricutirimicuarizare buen desparangaricutirimicuador será
El cielo de Tenochtitlán se quiere destenochtitlanizar el tenochtitlanizador que lo destenochtitlanrizare buen destenochtitlanizador será.
El suelo está enladrillado, quién lo desenladrillará el desenladrillador que lo desenladrillare un buen desenladrillador será
Un carro cargado de rocas iba por la carretera haciendo carric, carrac, carric, carrac.
María Chucena su choza techaba, cuando un leñador que por allí pasaba le dijo: - ¡ María Chuchena, ¿tú techas tu choza, o techas la ajena?
Me han dicho que tú has dicho un dicho que yo he dicho. Ese dicho está mal dicho, pues si yo lo hubiera dicho, estaría mejor dicho que el dicho que a mí me han dicho que tú has dicho que yo he dicho.
Pancha plancha con cuatro planchas ¿Con cuántas planchas plancha Pancha?
Perejil comí Perejil cené. ¿Cuándo me desperejilaré?
Pepe Cuinto contó de cuentos un ciento, y un chico dijo contento: - ¡Cuántos cuentos cuenta Cuinto!
Bájame la jaula, Jaime. Bájamela.
Obtenido el 2 de marzo de 2009 de: http://www.nacnet.org/assunta/trabalen.htm