Hace falta un verdadero apoyo gubernamental para salvarla
La discriminación y el proceso migratorio por motivos socioeconómicos son dos de los factores que inciden en la alarmante circunstancia que vive el otrora insumiso pueblo, del que sólo quedan ocho hablantes
Con más de 5 mil años de antigüedad, del kiliwa quedan unos ocho hablantes de entre 43 y 89 años, aunque sólo cinco interactúan mediante su idioma materno en la comunidad de Arroyo de León. Los demás están dispersos.
Pese a que algunos de esos últimos hablantes kiliwas -ahora considerados ''monumentos vivientes"- tuvieron hijos, nietos y hasta bisnietos, no les transmitieron el idioma materno debido a la discriminación cultural, la migración socioeconómica y otras causas.
Ante la falta de un verdadero apoyo gubernamental y el fracaso de varios programas para salvarlo, la situación se ha vuelto tan alarmante que los mismos kiliwas asumen que ''es sin duda el ocaso de nuestra antigua lengua".
Casi sin esperanza, creen que ''ya es muy tarde y todo esfuerzo, por extraordinario que sea, será insuficiente para rescatarla". Es más, consideran al kiliwa como una ''lengua muerta, debido a que ya no se enseña en el seno del núcleo familiar desde hace más de 40 años".
Último bastión
Los últimos cinco hablantes del kiliwa que interactúan entre ellos son: Eusebio Alvarez Espinoza, de 43 años; Leandro Maytorell Espinoza, de 45; José Ochurte Espinoza, de 60; Leonor Farldow Espinoza, de 66 e Hipólita Espinoza Higuera, de 87.
Doña Hipólita es madre de Eusebio, quien no tiene hijos. Ambos conforman la única familia en la que cotidianamente se habla el kiliwa. Don José Ochurte Espinoza es el último del linaje Ochurte, que viene de otra comunidad: Arroyo Grande. El otro linaje es el de los Espinoza.
Todos ellos viven en el centro de la comunidad de Arroyo de León, el último bastión de habla kiliwa, menos doña Leonor Farldow Espinoza, quien hace unos años emigró de ahí a Ensenada, donde lucha por salvar a esa lengua ancestral y sobrevive de la venta de artesanías que hace: objetos de cuero, cucharas de palo, canastos de palma, collares, muñecas.
Entre los otros últimos hablantes, quienes salieron de sus comunidades kiliwas desde hace más de 40 años, están Margarita Sturt Espinoza, quien con sus 89 años es la última curandera de ese grupo indígena. Ella es la hermana mayor de doña Leonor Farldow Espinoza y vive en San Telmo, un pueblo mestizo cerca de Ensenada.
Se sabe que otro kiliwa de los Ochurte Espinoza salió de su comunidad y ahora vive en Santa Catarina, lugar de sus vecinos indígenas paipai.
Los no hablantes
Quedan unos cien descendientes más del otrora insumiso pueblo kiliwa, pero todos han perdido la lengua materna y otros elementos de su cultura original. Muchos viven en rancherías dispersas en las faldas de la árida sierra de San Pedro Mártir, como Valle de la Trinidad y San Vicente.
Otros han sido absorbidos culturalmente por los paipai o por poblaciones mestizas. Unos más han emigrado sobre todo a Ensenada o hasta San Diego, California, en Estados Unidos.
La comunidad de Arroyo de León tiene unas tres casas en su parte central, donde habitan cuatro hablantes, y otras dispersas en varias rancherías separadas una de otra por un kilómetro en promedio. En ellas viven de manera eventual entre 30 y 50 kiliwas no hablantes, pero de forma permanente radican unos 20.
La mitad de éstos son niños, quienes no aprendieron el idioma materno. Con ellos tampoco hay mucha esperanza, porque ya se han hecho varios intentos en años pasados y todos fracasaron por la falta de apoyo, recuerda Arnulfo Estrada Ramírez, biólogo marino y defensor del idioma kiliwa.
''Algunos de los kiliwas que dejaron sus tierras hace unos 30 años regresaron, pero perdieron su cultura y ya no enseñaron a sus hijos la lengua. La conservación del idioma mantiene una relación directa con la tierra. La pérdida de la tierra implica también la pérdida de la cultura."
La reforma del artículo 27 constitucional impulsada por el presidente Carlos Salinas, en 1994, permitió que se pudiera vender la tierra. ''Eso agravó la situación del idioma, porque muchos kiliwas vendieron sus ejidos. Fue como un tiro de gracia", dice el promotor.
El aula y el hogar
Estrada Ramírez afirma: ''Yo comencé el trabajo de rescate siendo optimista de que se podría grabar, registrar y enseñar la lengua. Hemos explorado varias etapas y cada vez pienso que es más difícil. El kiliwa se podría rescatar si se enseñara como se hace con el inglés: de una persona a otra y con métodos pedagógicos, pero sería casi una sobrevivencia artificial.
''En cambio, el kiliwa de hogar, de cuna, ya no es posible porque los hablantes no tienen hijos pequeños. Ya se perdió el vínculo que se tenía como idioma social, desde adentro de la etnia."
Estrada Ramírez, originario de Chihuahua y quien ha aprendido el kiliwa (lo habla al 70 por ciento y lo escribe al 100), precisa:
''Sí, ha habido un rescate importante en estos años. Tenemos grabados en audio más de 50 horas, con el propósito de dejarlo ahí para quien desee aprenderlo. Y en cierta forma, con esa base se podría aprender en general, pero ya la enseñanza desde el hogar, como lengua materna, es prácticamente imposible."
Doña Leonor, mestiza de padre texano y madre kiliwa, pero que habla ese idioma indígena como lengua materna, acepta también que casi todo lo relacionado con esa cultura ancestral ha desaparecido.
''Las costumbres y todo eso ya nadie lo está usando desde hace mucho rato. Ni los jóvenes ni los mayorcitos. Ya no hay ceremonias ni rituales kiliwas."
Estrada y Farldow han creado el Diccionario práctico de la lengua kiliwa, para cuya edición aún no han conseguido apoyo del nuevo ayuntamiento de Ensenada. Planean otras investigaciones sobre lo que queda de la cultura kiliwa, como la medicina tradicional.
Optimismo vs pesimismo
Doña Leonor Farldow Espinoza habla mejor el kiliwa que el español, y el inglés lo entiende ''un poco". Como ella, sus hijos también son mestizos, pues su marido era de Sonora.
A doña Leonor se le observa por momentos optimista y con fuerza espiritual, como cuando cantó en kiliwa al final de un reciente coloquio organizado por el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali), pero a veces se muestra abatida y escéptica.
-¿Tiene salvación el kiliwa, o se va a extinguir de manera irremediable? -se le pregunta.
-Para mí no hay salvación. Por las gentes mayores no, porque ya no trabajan, ya no pueden hacer nada por los demás. Pero con los jóvenes kiliwas que aún hay, sí existiría una esperanza, porque uno les enseñaría.
''La verdad sí estoy preocupada, porque son mi gente, familiares de mi mamá. Nosotros (ella y Arnulfo Estrada) ya hemos pedido apoyo en Ensenada, y nos ayudaron para hacer la investigación del diccionario.
''Pero una vez logramos tener cinco niños en una escuela de Ensenada para enseñarles el idioma kiliwa, y no tuvimos ayuda, nada. Arnulfo les daba de su dinero para que fueran a la escuela, a la que a veces no iban porque sus mamás no tenían con qué y ellos viven muy lejos."
Y es que en esa ciudad hay también varios niños kiliwas, como los propios nietos de doña Leonor.
''En el valle de la Trinidad también hay algunos niños kiliwas a los que se les podría enseñar el idioma. En Arroyo de León casi no hay pequeños, además de que ahí no hay escuela", dice.
Por diversas circunstancias, doña Leonor no ha podido enseñarles el idioma materno a sus más de 20 nietos. ''Los grandes no quieren. Hay algunos chicos que sí quieren, pero pasa lo mismo: ellos van a la escuela y la mamá y el papá trabajan".
Ultimamente le llevan a cuidar a una de sus tres bisnietos. ''Háblele en kiliwa desde pequeña, enséñele, es su oportunidad de oro", la anima Arnulfo Estrada.
Tampoco pudo transmitírselos a sus 15 hijos. Aunque dos de ellos, Eduardo y Teresa Haro Farldow, muestran cierto interés por aprenderlo. Con 29 años, Teresa es maestra de adultos y tiene tres hijos. Eduardo, con 27 años, tiene tres hijos y se dedica a labores pastorales. Ambos viven en Ensenada.
Doña Leonor menciona además a su sobrino Marcelo Maytorell, de 28 años.
''Está bien animado, se está dando cuenta del problema, quiere servir a su comunidad y aprender el kiliwa."
Un nido de lenguaje
Pese a todo lo anterior, hasta el momento las autoridades de Baja California y nacionales no han anunciado ningún plan serio y urgente para revitalizar al idioma kiliwa.
Se espera ''conseguir algo" del recién creado Inali, dirigido por el antropólogo Fernando Nava (La Jornada, 20, 21, 22 y 23 de febrero de 2005), pero no hay nada concreto.
En una reunión con Nava a finales del mes pasado, Arnulfo Estrada y Leonor Farldow solicitaron de manera formal ayuda urgente para el registro en audio de la fonética del kiliwa, la edición de materiales como el diccionario mencionado y la enseñanza de esa lengua.
Sin embargo, saben que sólo habría una esperanza con un ''apoyo extraordinario", que incluiría un presupuesto más que mínimo, voluntad política, así como organización gubernamental y social.
''El kiliwa sí podría salvarse si hubiera un apoyo económico suficiente.
''Por ejemplo, los hablantes son al menos cinco personas que tienen que trabajar para encontrar el sustento. Entonces, ¿cuándo dedicarían tiempo a enseñar la lengua?", dice Estrada.
''Los niños y jóvenes kiliwas tendrían que contar con un centro educativo mínimo al que acudieran, pues Arroyo de León no tiene escuela. Reunirlos a ellos es muy difícil, porque están en rancherías alrededor de esa comunidad."
Según Estrada Ramírez, el registro de la lengua se podría realizar en buena parte con un apoyo económico relativamente modesto.
''Pero la enseñanza implica cuestiones sociales, pues los kiliwas que quedan (hablantes y no hablantes) tienen que salir de sus rancherías para ir a trabajar a las ciudades."
En una ocasión el ayuntamiento de Ensenada le pidió a Arnulfo Estrada un proyecto de rescate.
''Les propuse que durante dos días, los fines de semana, se concentrara a los niños y a los hablantes para que todo el día ambos interactuaran activamente.
''Ahí habría una posibilidad, como están haciendo los maoríes de Nueva Zelanda, creando nidos de lenguaje.
''Es la única forma en que han rescatado su lengua: que adultos hablantes convivan todo el día con los niños."
Al parecer el kiliwa sólo se podría salvar si se generan las condiciones de vivienda, laborales y educativas para crear una especie de comunidad inducida: trasladar definitivamente o por algunos días a la semana a los últimos descendientes kiliwas para que aprendan el idioma de sus ancestros.
''Las cosas podrían avanzar si los tuviéramos concentrados en una sola zona donde vayan a la misma escuela y haya condiciones de vida para hacer una pequeña población."
Arnulfo Estrada Ramírez advierte: ''Ya no hay tiempo, es el ocaso del kiliwa. El esfuerzo que se haga tiene que ser extraordinario.
''Es un patrimonio de México y de la humanidad que no se ha valorado por las autoridades municipales, estatales ni federales'', deplora.
''A los hablantes del kiliwa que quedan se les debería tratar como verdaderos monumentos vivientes de la humanidad."
Obtenido el 8 de marzo de 2009 de: http://www.jornada.unam.mx/2005/04/01/a04n1cul.php