domingo, 8 de marzo de 2009

PUEBLOS Y CULTURAS ÉTNICAS DEL NOROESTE DE MÉXICO


Por Angélica Pacheco Arce

Hace mucho tiempo, todo era obscuro.

No se había creado ni la tierra, ni la luna, ni las estrellas.

De esta ondulada obscuridad

creció un nuevo espíritu, El Creador.

El Creador de la Tierra, tomó el suelo de su pecho

y lo comenzó a aplanar en su mano, como una tortilla.

Le dió forma a este montículo;

de él, nació la primera planta, La Gobernadora.

De sus ramas salió el primer animal,

un pequeño insecto escamado,

que producía su propia armadura

de la resina de la gobernadora.

El Creador recogió esta laca.

Mientras que cantaba, la machacaba,

formando las montañas.

El espacio que frotaba sus cimas

se convirtió en el cielo.

Mito Pápago de la Creación

Jefe pápago

Foto de Edward S. Curtis

El presente artículo, tiene como objetivo dar a conocer de forma sucinta pero clara, la historia de algunas de las culturas étnicas que sobreviviven en una parte de México, y de este modo, difundir otras formas de vida, sobre todo de algunos de los pueblos y culturas del Noroeste de México, de tal forma que podamos tener una breve pero enriquecedora experiencia visual y escrita de la vida cotidiana y religioso-festiva de algunos de los pueblos nativos que aún habitan en dicha región mexicana. Además, de un acercamiento a los diversos habitats en que se encuentran interactuando, y que por tanto, dan cuenta de la forma de vida que han tenido que optar para llegar con identidad, a veces sólida, a veces endeble, pero reconocida hasta nuestros días. Este artículo, también pretende ser un medio de difusión para viajar a otras partes del mundo; al conocer formas diferentes de pensar y vivir el universo, tendremos elementos para respetar otras formas de concebir la vida.

Así mismo, aunque la historia de las investigaciones arqueológicas, históricas, lingüísticas y etnográficas en el Noroeste de México, se ha caracterizado por una confrontación académica, sobre el origen y desarrollo de los pueblos que ahí habitaron y sus descendientes, es decir los pueblos étnicos que aún viven en el territorio, nos han permitido conocer los procesos históricos que han enfrentado para seguir con una identidad viva hasta nuestros días. Esta confrontación académica, por un lado, ha pretendido explicar al Noroeste como una región periférica de lo que es el complejo cultural denominado Mesoamérica, en el centro y sur de México; por otro lado, se ha visto como zona periférica del Suroeste de los Estados Unidos, despersonalizando el desarrollo histórico del Noroeste mexicano.

Mujer seri con pintura facial


Apache jicarilla

Foto de Edward S. Curtis

Si bien es cierto que el Noroeste de México se ubica entre ambas zonas culturales y por tanto en contacto con ellas 2, debemos de reconocer que tiene una personalidad propia. Los pueblos étnicos que existen actualmente en Baja California Norte, Sonora, Chihuahua y Sinaloa, se reconocen como herederos de una larga tradición en la región. Muchos de los denominados sitios arqueológicos son espacios o lugares sagrados para los indígenas, tal sería el caso de las cuevas con entierro o con pinturas rupestres, los cerros con estructuras y/o grabados rupestres y lagos secos –paleolagos-, entre muchos otros.


PINTURAS RUPESTRES

Petroglifos de Sonora


de Baja California

Foto de la revista Arqueología Mexicana


Los procesos históricos que cada grupo étnico ha enfrentado, durante más de 500 años de invasión y conflictos sociales, los han llevado por caminos muy diferentes; algunos desapareciendo como grupo étnico, integrándose totalmente a la población rural; otros reafirmando su identidad, defendiéndola contra todo devenir y solidificando su estructura social que da vida y cohesión a su cultura. Algunos más, se encuentran en una lucha cultural abierta, ante un sistema que cuestiona su identidad y que, día a día, los confronta de forma violenta y agresiva.


Historia

Los grupos que fueron sometidos en mayor o menor medida al yugo español en el Noroeste, eran agricultores en grados diferentes y/o recolectores-pescadores-cazadores. Muchos de estos grupos pertenecen a las lenguas Yutoazateca que se divide en tres familias: la corachol, a la que pertenecen coras y huicholes; la taracahita, a la que pertenecen ópata, yaquis, mayos, tarahumaras y guarijíos y; la pimana, a la que pertenecen pápagos, pimas y tepehuanos. Otros grupos como los de Baja California pertenecen a las lenguas Yumano-cochimí a la que pertenecen, pai pai, kiliwa, kumiai, cochimí y cucapá, Guaycura y Pericú. Los seris de la costa central sonorense se encuentran emparentados con los grupos californianos de filiación hokana. Los apaches de lenguas Atapascanas, y munchos otras lenguas de las cuales no se conoce su filiación lingüística y que se perdieron durante la invasión europea.


Mujer maricopa


Niña seri

Foto de Edward S. Curtis

Fiesta de la Pubertad


Los primeros contactos europeos con pueblos del Noroeste de México, fueron con militares y misioneros jesuitas, quienes lograron el establecimiento de un gran número de pueblos de misión y presidios entre los pobladores nativos de Baja California, Sonora, Chihuahua y Sinaloa. Esta orden fue expulsada en 1767. Después de dicha expulsión, la orden franciscana se quedó a cargo del proceso misional, hasta después de la Independencia de México, ya que la región no podía secularizarse debido a que muchos pueblos nativos seguían defendiendo su territorio. Sin embargo, los franciscanos nunca logró cubrir toda la región, por lo que muchas misiones fueron abandonadas y nunca se volvieron a poblar.


Misión de Cocóspera, Pimería Alta

Foto del Centro INAH Sonora


Quizás nunca logremos conocer en toda su amplitud la diversidad de los grupos nativos en el Noroeste al momento del contacto. Sin embargo, algunos investigadores los han agrupado a grandes rasgos de acuerdo a la información disponible.

  • En la península de Baja California de norte a sur se encontraban los grupos de filiación yumana-cochími (cocopa, diegueño, paipai, kiliwa, cochimí, monqui), guaycura y pericú.
  • Hacia el centro del noroeste de Sonora se localizaban los pimas altos (pápagos, sobaipuras y cocomaricopas).
  • En la costa central sonorense los seris (tepocas, tiburoneros, tastioteños, guaymas, upanguaymas, carrizales y salineros).
  • Del centro de Sonora hacia el noreste serrano estaban los ópatas (sisibotaris, aivinos, tehuecos), eudeves y jovas.
  • En la zona central y hacia el sureste de Sonora se encontraban los pimas bajos (nevomes altos y nevomes bajos).
  • En el sur de Sonora y extendiéndose hasta Sinaloa, los cahitas (nures, yaquis y mayos).
  • En el extremo noreste de Sonora y noroeste de Chihuahua estaban los apaches quienes, al parecer, son bastante tardíos en la región.
  • Para el límite sureste de Sonora y hasta Chihuahua se encontraban los tarahumaras y guarijíos.

Fariseos tarahumaras Matachines yaquis

Semana Santa Cuaresma yaqui en Hermosillo, Sonora


El proceso de dominio en el Noroeste de México llevó casi un siglo en relación con lo acontecido para el centro del país. El problema para colonizar este vasto territorio surge debido a que el enfrentamiento es con sociedades tan diferentes a las que dominaban en ese momento el centro de México; ya que la organización social, las creencias religiosas, la organización política, las características del territorio y los medios para obtener recursos alimenticios así como el mismo pensamiento, fueron armas contra las cuales tuvieron que enfrentarse los invasores.


Cascadas de Basaseachi,

Sierra Tarahumara, Chihuahua

Costa central de Sonora,

territorio seri


En el caso de Sonora, los grupos asentados en las márgenes del río Yaqui eran los que poseían las mejores tierras; los yaquis se encontraban en el curso inferior, en los valles cercanos a la costa, donde desembocaba el río en el Golfo de Baja California. Los pimas bajos 3 en la parte media y los ópatas en el curso superior, en donde se le conoce al mismo río como Bavispe. Los pimas altos vivían desde el río Gila en el actual estado de Arizona, Estados Unidos, hasta las márgenes del río Altar al noroeste de Sonora en México; éstos juntos con los ópatas mantenían constantes enfrentamientos con grupos atapascanos como los apaches, hocomes, janos y sumas, entre otros.

Los apaches ocuparon la parte noreste de Sonora y el noroeste de Chihuahua desde el siglo XVII y probablemente un poco antes. Su nomadismo y espíritu guerrero fueron obstáculo para los colonizadores. Los apaches recorrían grandes extensiones de territorio, lo cual les permitía tener un conocimiento extenso tanto del desierto como de la sierra, abarcando desde el río Gila hasta Nuevo México y de la Sierra Nevada hasta la Sierra Madre Occidental en la frontera ópata y pima.

Jerónimo, apache

Foto de Edward S. Curtis


Anciana diegueño

Foto de Edward S. Curtis


A medida que avanzaba el siglo XVIII y XIX, la apropiación por parte de apaches sobre el norte de la Sierra Madre Occidental, provocó la alianza de ópatas con españoles y mexicanos respectivamente. Estas alianzas fueron para formar brigadas y expediciones de ataque contra los apaches. Su nomadismo se acentuó más durante la guerra con Estados Unidos, de 1846-48 y durante la venta de la Mesilla en 1853, donde Sonora perdió la mitad de su territorio, el cual pasó a formar parte del nuevo territorio de Arizona. La movilidad que tenían los apaches entre ambos países, les permitía escapar de las cacerías de exterminio que los Estados Unidos establecieron para acabar con ellos. Sin embargo, más tarde, esta misma estrategia fue empleada por autoridades mexicanas que, unidas a los militares norteamericanos, iniciaron una sangrienta cacería.

Durante el siglo XVIII se fundan nuevos presidios, en donde los puestos militares eran asignados a indígenas, quienes recibían un sueldo y los derechos de usufructo sobre un lote de tierra fuera del presidio para sostener a sus familias. Los soldados presidiales, la mayoría de origen indio, constituyeron de este modo un nuevo elemento entre los pobladores de la provincia. Los presidios en realidad carecían de los elementos necesarios para contener las invasiones apaches. Sin embargo, de una u otra manera vigilaban sus movimientos y resistían sus ataques, pero para el periodo de independencia la decadencia de estos presidios fue mayor, lo cual permitió a los apaches incursionar hasta bien adentro de los estados norteños de Sonora y Chihuahua.

Después de la Independencia, se pretendió asentar a los apaches en tres regiones: la del presidio de Janos, la del mineral en Santa Rita del Cobre y la del río Gila negándoles la salida de esas regiones, sino era con el permiso de las autoridades correspondientes. El no permitir el libre tránsito de los pueblos apaches, dió origen a una sublevación en 1833, iniciada por el jefe Compá que se encontraba en el presidio de Janos, en Chihuahua, extendiéndose a toda la Apachería.

Rancho pima


Antigua casa pima (ki)

Foto de Edward S. Curtis


La Guerra Apache , como se le conoce en documentos históricos, duró la mayor parte del siglo XIX. Sangrientos encuentros provocaron la muerte de un gran número de pobladores indígenas apaches, ópatas y pimas entre muchos otros. Éstos eran asesinados por los blancos y se les cortaba la cabellera a modo de “trofeo”, cobrando recompensas ofrecidas por los gobiernos federales de Estados Unidos y México. La caza fue indiscriminada y el dinero que se ofrecía por cada cabellera “apache” provocó asesinatos sin distinción, diezmando gran parte de la población nativa. En otros casos, los mismos ópatas se unieron en la persecución apache, lo que provocó el saqueo por parte de apaches, quienes incursionaban en los ranchos ópatas y pimas para robar ganado y alimentos, además de mujeres y niños para educarlos dentro de la cultura apache.

Niña mohave

Foto de Edward S. Curtis


Pimas

Sierra Madre Occidental


De hecho, una de las tantas causas que se consideran para explicar la desintegración de diversas cultura del Noroeste, sobre todo de ópata a lo largo del siglo XIX, es precisamente estos sangriento encuentro, ya que la sociedad dominante para esa época, provocó guerras internas entre diversos grupos nativos.

Pero quizás, una de las cosas que acabo por desintegrar a los ópatas fue una gradual implantación de la propiedad privada en los terrenos comunales, que terminó por resquebrajar la estabilidad económica que tenían los pueblos serranos, la cual los llevó a adaptarse y transformar su modo de vida. Los ópatas, terminaron por integrarse dentro de la población rural sin una identidad étnica que cohesionara al grupo.

Por otro lado, la llegada de yoris y/o chabochis, 4 quienes se apoderaron de grandes extensiones de tierra, provocaron también movimientos armados en diferentes épocas. A tal grado, que grupos que en épocas pasadas eran enemigos, se unieron para luchar por sus derechos, tal fue el caso de ópatas y pimas; seris y pimas y yaquis y mayos. Desgraciadamente en el levantamiento de ópatas y pimas, el gobierno logró apresar a los líderes indios, asesinándolos, de modo que los pocos nativos que quedaban de estas etnias, tuvieron que negociar con el gobierno por la tenencia de sus tierras.

Moliendo café

Mujer pima


Joven seri

Joven yaqui de Hermosillo


Danza del venado


Lo mismo sucedió con los apaches, que a finales del siglo XIX fueron establecidos en reservas en los Estados Unidos de Norteamérica; después de la captura y/o ejecución de los principales líderes, dando fin a una larga historia que recorrió sierras y desiertos.

Estos eventos, junto con las epidemias de viruela, sarampión y la plaga de “tabardillos” (tifus), entre otras, durante los siglos XVII y XVIII, acabaron con más de tres cuartas parte de la población étnica del Noroeste. De este modo la población de ópatas y algunos pimas bajos que sobrevivieron, se integraron dentro de la población rural. Actualmente quedan tan sólo algunos pimas bajos en la sierra sonorense y chihuahuense, los pimas altos y pápagos están en reservas de Arizona principalmente.

Casa guarijío


Sierra Madre Occidental

Aguaje en la Sierra Madre Occidental


Otra etapa relevante se dió a principios del siglo XX en la región serrana de Sonora, en el municipio de Bacerac, antiguio territorio ópata. Esto fue la llegada de indios kikapús, provenientes de Oklahoma y Texas, Estados Unidos 5. Los kikapú emigraron a la población de El Nacimiento en Muzquiz, Coahuila, al noreste de México; y al pueblo de Tamichopa en Bacerac, Sonora al noroeste de México. Al parecer, cuando Texas se separó de México y pasó a formar parte de los Estados Unidos, consiguieron un permiso para asentarse en Coahuila, ya que la animadversión que sentían por los norteamericanos los llevó a dejar su territorio. En el caso de los que emigraron a Tamichopa en el municipio de Bacerac en 1905 y 1906, fueron convencidos por un norteamericano para emigrar y vender sus tierras, prometiéndoles administrar su dinero y comprarles tierras mejores en México. Por desgracia las 10,000 hectáreas que compraron en Sonora son tierras de mediana y baja productividad y son bañadas por una mínima parte del río Bavispe cuando este es suficientemente caudaloso; siendo la mayor parte de sus terrenos de agostadero.

Lingüísticamente, los kikapús pertenecen a la familia Algoquiniana y, aunque eran sedentarios, se caracterizaban por ser recolectores y cazadores. Al parecer fueron unos 200 los que llegaron a Sonora, pocos años después la mitad se regreso a Estados Unidos. Los que se quedaron, modificaron su estilo de vida, adaptándose rápidamente a la población rural, lo cual los ha llevado a un proceso de transformación, perdiendo su identidad cultural en menos de 70 años. En 1981, murió el último miembro original del grupo que llegó a Sonora de niño y que hablaba aún su lengua materna, fue enterrando acorde al ceremonial kikapú, de acuerdo a su última petición. Con esto, parece cerrarse nuevamente un ciclo cultural en la región de Bacerac, ya que los kikapús al igual que los ópatas, pasaron por un proceso de desintegración cultural, lo que los llevo a adaptarse a la vida de los campesinos de la región, sin una identidad sólida, que diera fuerza y reconocimiento a sus orígenes.


Pueblos y culturas del noroeste de México

Los pueblos étnicos que sobreviven actualmente en Baja California al igual que muchos otros pueblos nativos de México, han sufrido de la paulatina apropiación de su territorio por la sociedad dominante, que impuso un modo de producción ajeno, obligando a sus ancestrales habitantes a adoptar un modo de vida inadecuado para sus usos y costumbres. Los pocos individuos que se identifican como parte de algún pueblo étnico, se localizan al noreste de Baja California Norte, estos son los kiliwa, kumiai, pai pai y cochimí, así como los cucapá. Los cucapáubicados entre la línea divisoria estatal de los estados de Sonora y Baja California, son antiguos habitantes del Delta del Colorado, río que desemboca en el Golfo de California; ellos han visto como su habitat se desintegra día a día, debido a diversos factores, entre otros, a las presas que se han construído en los últimos años y que han modificado gravemente su entorno natural, disminuyendo enormemente el cauce del río y por tanto las labores agrícolas, de recolección de alimentos silvestres, la cacería y la pesca.

Anciano diegueño

Foto de Edward S. Curtis


Anciana cochimí

Foto de Alejandra Platt


Kiliwas

Foto de Alejandra Platt


Anciana Pai pai

Foto de Alejandra Platt


Algunas de las etnias originarias de Chihuahua, Sinaloa y Sonora que aún habitan ahí, están pasando por un fuerte proceso de separación y confrontación, ya que la división estatal no respetó los territorios ancestrales y tampoco a las etnias que por cientos de años han vivido ahí. Esto ha provocado un distanciamiento inter-étnico, tanto entre los o’obmejor conocidos como pimas y los guarijíos o guarihó. El territorio de ambos grupos, está dividido en la sierra, entre los estados de Sonora y Chihuahua. Dicha situación ha dado lugar a diferenciarse entre ellos mismos, sin apenas reconocer la cohesión social que tienen como pimas unos y como guarijíos otros; es como si la división estatal, hubiera provocado también la división entre las etnias.

Pimas

Sierra Madre Occidental


Guarijíos

Sierra Madre Occidental


En el caso de los mayos, que se nombran, a sí mismos, yoremes , la división estatal se estableció entre Sonora y Sinaloa; a pesar de ser uno de los grupos étnicos más numerosos del Noroeste, también se encuentran en un franco proceso de aculturación. La invasión por parte de yoris o chabochis en sus territorios y la implantación del narcotráfico como cultivo a gran escala, han provocado la acelerada desintegración de estos y otros pueblos.

Anciana mayo


Tal sería el caso de los tepehuanos, quienes se reconocen a sí mismos como ódami; ubicados al igual que los tarahumaras, en la Sierra Madre Occidental, del lado de Chihuahua, y que al igual que pimas y guarijíos, han sufrido el duro embate del narcotráfico en sus tierras, así como la deforestación de sus bosques.

Jóvenes tepehuanas

Foto de Alejandra Platt


En el caso de los pápagos, quienes se reconocen a sí mismos como tohono o’odham, su territorio se vió dividido cuando en 1853, el presidente y dictador mexicano, Antonio López de Santa Ana, vende parte del territorio fronterizo mexicano a los Estados Unidos, en el llamado Tratado de La Mesilla. Los pápagos tuvieron entonces serios problemas para desplazarse libremente por su territorio, ya que muchos habían quedado del lado estadounidense, mientras que sus sitios sagrados y ceremoniales más importantes habían quedado del lado mexicano. Tuvieron que luchar durante décadas para lograr un libre tránsito por su milenaria región y que se les reconocieran las tres nacionalidades (pápago, mexicana y estadounidense), que por otro lado, sólo servían para deambular libremente por lo que fuera (y es) su territorio ancestral, ya que ante todo, ellos son o’odham.

Mujer pápago

Foto de Edward S. Curtis


Cestería de la pimería alta

Foto de Edward S. Curtis


Bajo estos antecedentes, es importante enfatizar que los grupos étnicos que sobrevivieron, en primer término, al embate expansivo de la colonia, y en segundo, al del México moderno, han adquirido una serie de estrategias para mantener viva su identidad o revalorarla ante un sistema que los pone constantemente en pugna y conflicto con sus propios valores, sistemas de creencias y organización social. Por ejemplo, los yaquis, que han mantenido una cohesión tan sólida, a pesar de las estrategias de exterminio que han tenido que soportar desde el contacto europeo hasta la historia reciente. La mayoría de los yaquis habitan actualmente la zona de los valles de Sonora; no obstante, con las movilizaciones y políticas de exterminio étnicas, que sufrieron todavía a finales del siglo XIX y principios del XX, se desplazaron algunos de ellos a Hermosillo, capital sonorense y a la reserva de Pascua en Arizona, Estados Unidos.

Ramada, cuaresma yaqui en Hermosillo


Conty (procesión)

Cuaresma yaqui en Hermosillo


Quizás uno de sus mayores logros, fue recuperar parte de su territorio, en la década de los años de 1930. Durante el mandato del entonces presidente Lázaro Cárdenas, quien con la Reforma Agraria, no sólo beneficio a yaquis, sino un gran número de pueblos étnicos y campesinos, entregándoles en forma de ejido o comunidad, un gran número de terrenos que confiscó a terratenientes y caciques. No obstante, el caso yaqui es de destacarse, ya que ellos solicitaron se les entregará el terreno como territorio autónomo, el cual fue y es reconocido como tal, ejerciendo en los ocho pueblos tradicionales de la Tribu Yaquis, forma en la que ellos se autonombran; un gobierno autónomo. Este hecho es de destacarse, si consideramos que es el único grupo étnico de México que ha conseguido un reconocimiento legal sobre un espacio determinado, llegando a considerarse incluso como el pueblo étnico de México con mayor cohesión social y que ha sabido mantener sus costumbres bien resguardadas dentro del grupo. De hecho, poco es lo que se conoce a nivel arqueológico de su territorio, sobre el cual no se ha podido hacer apenas nada, ya que no han dado el permiso para las investigaciones, considerando esos espacios como sagrados y por tanto inviolables.

Danza del venado


Yaquis de Hermosillo

Día de la Santa Cruz


Desgraciadamente, la intervención del hombre blanco, ha hecho del logro de los yaquis algo pasajero, ya que la construcción de la presa El Novillo y el desvió del cauce del río yaqui, han provocado que las tierras que constituyen los actuales ocho pueblos tradicionales de la Tribu Yaqui, se vean afectados por la mala irrigación de sus tierras y la áridez que en las últimas décadas las ha caracterizado.

El caso de los pimas también es preocupante, ellos se ubican en la Sierra Madre Occidental, en los límites estatales de Sonora y Chihuahua, como ya hemos mencionado. Los pimas a diferencia de los yaquis, han sufrido un proceso de desintegración étnica, en donde la división estatal, la carretera que conecta Chihuahua con Sonora y que divide su territorio, y las políticas campesinas empleadas por el gobierno federal y estatal, han dado como resultado un etnocidio brutal de un pueblo milenario. Los pocos pimas que aún habitan La Sierra, se encuentran en un franco proceso de desintegración social, condición que ha provocado y aprovechado el hombre blanco, para invadir sus tierras, imponiendo sistemas culturales que dividen y desintegran la identidad pima.

Pimas durante Semana Santa


Guarí (cesta) pima


En el caso de los tarahumaras, también habitantes de la Sierra Madre Occidental y vecinos próximos de los pimas, tepehuanos y guarijíos, el embate de la modernidad no ha logrado desintegrar su identidad cultural. Su territorio es más amplio y diverso, está constituido por barrancas, grandes picos montañosos y extensas altiplanicies, por lo que aún conservan antiguos estilos de vida, que les han permitido, aceptar y sobrellevar con cierta cautela un mundo occidentalizado que pretende imponer sus usos y costumbres. Los tarahumaras que se nombran a sí mismos rarámuris y que significa “pies ligeros” son grandes corredores y hábiles caminantes de barrancos empinados, por lo que muchos de ellos tienen dos casa-habitación, una en las tierras altas, utilizadas en verano y otra en cuevas de difícil acceso, como acostumbraban muchos grupos prehispánicos. Esta forma de vida, responde a condiciones climáticas de la Sierra Tarahumara 6, ya que en las épocas invernales y de intenso frío, el lugar más propicio para habitar, son las cuevas de las barrancas. Quizás, actualmente, esta actitud, también responda a una forma de resistencia hacia el modo de vida occidentalizado.

Mujeres tarahumaras

Semana Santa


Hombres tarahumaras

Semana Santa

Foto de Alfredo López


Otro caso interesante es el de los conca’ac, mejor conocidos como seris, palabra que significa gente del desierto o de arena. Justamente han sido llamados así, por habitar el desierto de Sonora, a lo largo de la costa central. Al igual que todos los pueblos étnicos invadidos, han tenido que enfrentar sangrientos encuentros al defender parte de su territorio, el cual estaba siendo arrebatado por empresarios ganaderos, que pretendían explotar la caza de borrego cimarrón y venado bura, así como de pesca deportiva, a través de los ranchos cinegéticos. Todavía, a principios del siglo XX, se tenía noticia de combates entre blancos y seris, y en la década de los años sesenta se censaron menos de 200 conca’ac, actualmente hay más de 800 personas y tienen derecho sobre una gran franja costera y desértica que les fue otorgada en forma de ejido. La cantidad de recursos que se explotan en este tipo de hábitats son innumerables, a pesar de lo que se pudiera pensar, ya que parte del desierto en el cual habitan, es rico en fauna y flora, las numerosas fibras, bayas, raíces y frutos que ofrecen los arbustos y cactos son una fuente rica en nutrientes y en materia prima para la elaboración de artesanías. Además, la pesca como actividad económica milenaria, les provee de un gran número de pescados y mariscos que son abundantes en el Golfo de California, conocido también durante La Colonia como Mar de Cortés o Mar Bermejo. Aunque, ellos tiene jurisdicción sobre una gran fraja costera, y han luchado por su derecho a existir en parte de lo que fuera su territorio original; no se han salvado de la intervención del hombre blanco, finalmente su territorio es utilizado como rancho cinegético. Cada año un grupo de norteamericanos tiene derecho a cazar en su territorio, pagan una buena cantidad de dólares que se reparte dentro de la etnia. Así mismo, la caza y la pesca clandestina son frecuentes, de hecho, los seris organizaron una guardia costera, encargada de custodiar su territorio –tanto la fraja costera como la isla Tiburón y San Esteban-, aunque de poco a servido, porque a pesar de que se han reportado embarcaciones clandestinas en su territorio, nadie a tomado cartas en el asunto.

Hombre seri

Padrino de muerte


Niña seri

Fiesta de la Puebertad

Foto de R. S. Felger y M. B. Moser

Conclusiones

La actualidad de los pueblos y culturas de México, reside en un franco proceso de cambio, desgraciadamente no para bien en la mayoría de los casos. Este proceso de cambio, es producto de la integración en el fenómeno globalizador de la cultura capitalista, que pretende borrar la historia de pueblos milenarios y homogenizar a la sociedad, pasando por alto, que justamente en la diferencia y variedad cultural, esta la riqueza social de los miles de pueblos y culturas que existen en nuestro planeta.

Niños guarijíos


La invasión y presión social foránea, iniciada en la colonia, continúa hasta nuestros días, provocando una aculturación y perdida de identidad, obligando a sus habitantes a trabajar fuera de sus comunidades como obreros en las maquiladoras fronterizas o bien como campesinos en los campos de Estados Unidos, país al que van generalmente como indocumentados, y por tanto recibiendo un suelto inferior al establecido por ese país. No obstante, gracias a la miseria económica en la cual se encuentran en México; el sueldo obtenido en los Estados Unidos resulta superior a lo que pueden obtener en sus comunidades.

A pesar de esta situación, algunos pueblos étnicos han establecido estrategias de cohesión social, tal sería el caso de los seris, quienes se refugiaron en la Isla Tiburón durante las persecuciones coloniales, ya que eran considerados una “plaga”, al igual que los apaches, por ser nómadas y resistirse a la evangelización y al sometimiento militar; situaciones por cierto, que nunca se lograron con estos grupos. Más tarde se refugiaron junto con los pimas en Cerro Prieto, cerca de Hermosillo, la actual capital de Sonora; de hecho uno de los sitios de resistencia más conocidos actualmente en Sonora es este lugar, ya que tanto seris como pimas, pintaron los abrigos rocos con un sin fin de símbolos que dan cuenta de su estancia en el lugar.

Niña seri

Fiesta de la Puebertad


Niño pima

Semana Santa


En la última década (finales del siglo XX principios del XXI), diversos grupos étnicos han conmemorado el logro de llegar a esta época con una identidad sólida. Por ejemplo, los seris organizaron un viaje a Cerro Prieto, para rememorar su estancia en el lugar, reconociendo un sin fin de pinturas rupestres como parte de su tradición. Muchas de ellas son símbolos de guerra, así como de pubertad de jovencitas (os); que seguramente se celebraron durante su estancia en el lugar, y que se siguen pintando en el rostro durante las ceremonias de pubertad, de año nuevo o fiesta de la canasta.

Los pápagos igualmente han luchado para mantener viva su tradición, exigiendo se devolvieran los restos de sus antepasados que habían sido excavados por los arqueólogos, y que en una ceremonia en el desierto, fueron reenterrados en el sitio sagrado de Quitovac, en Sonora, donde año con año se celebra el Vi’kita. Según una antigua leyenda o’odham, se enfrentaron I’itoy “el hermano mayor” y una gran serpiente, a la cual se le arrancaron sus corazones, lo cual permitió que la gente del desierto pudiera vivir en la Laguna de Quitovac. En agradecimiento a este acontecimiento los o’odham realizan el Vi’kita, una ceremonia en el desierto que expresa la fortaleza y la capacidad de este pueblo para adaptarse y sobrevivir la naturaleza del desierto; de este modo, se expresa el equilibrio que han logrado con el mundo. No obstante, los hallazgos paleontológicos han demostrado que el sitio sagrado de los pápagos es un lago prehistórico, en el cual se encontraron restos de megafauna. Los o’odham no han permitido investigaciones en este sitio, ya que ante todo es un lugar sagrado. En la actualidad, no permiten tomar fotos ni video, no sólo durante sus ceremonias, sino tampoco de su vida cotidiana.

Así mismo, los yaquis acudieron a la Sierra del Bacatete, para conmemorar la lucha encabezada por Juan Tetabiate, líder yaqui que luchó y murió por la independencia de su pueblo. Buscando con este actos no sólo reafirmar su identidad, sino dar a conocer a la población blanca (por primera vez fueron invitados algunos antropólogos a esta ceremonia) que siguen en la lucha y que defenderan su reconocimiento legal a existir como Tribu Yaqui y como pueblo milenario con identidad contra todo devenir histórico.

Niño (chepayeca) yaqui

en Hermosillo


Niño yaqui en Hermosillo

Danzante de pascola

1 Las fotos que se presentan son de la autora, excepto cuando se indica.

2 El ser humano, a lo largo de la historia, se ha caracterizado por la movilidad y la migración, que lo han llevado a conocer gran parte del planeta, aún el los lugares con climas más extremos.

3 La denominación de pimas bajos y pimas altos fue establecida por los europeos. Obedeció al proceso de avanzada que siguieron misioneros y militares de sur a norte y no a un aspecto geográfico, ya que los pimas bajos viven en la sierra, mientras que los pimas altos viven en el desierto.

4 Yoris y Chabochis son los conceptos que utilizan los pueblos nativos de los valles y de la sierra respectivamente para referirse a personas sin una identidad étnica y/o al hombre blanco.

5 El territorio original de los kikapús comprendía la región de los Grandes Lagos entre Canadá y Estados Unidos, y los ríos Missisipi y Ohio, pero debido a la invasión de los blancos, decidieron emigrar, siendo poco a poco desplazados de su territorio original y terminando en Oklahoma y Texas.

6 Nombre con que se designa una porción norteña de la Sierra Madre Occidental, entre los estados de Chihuahua principalmente y una pequeña porción de Sonora.

! Angélica Pacheco Arce

Angélica Pacheco Arce es arqueóloga y etnógrafa por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), institución con la que ha participado en diversos proyectos en varios estados de la república en conjunción con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Cursó en diplomado Logoanálisis Corporal Convergencia Reichiana en la Universidad Vox Populi de México y actualmente colabora como ecoterapeuta en la Universidad Voces de América, alternando este trabajo con su participación en la Compañía de Danzas y Música Africana Yanga, a la que pertenece desde hace algunos años, y sus funciones dentro de la Coordinación Nacional de Antropología del INAH.


Obtenido el 6 de marzo de 2009 de: http://www.vocesdeamerica.org/gigantes_del_desierto.htm