domingo, 21 de diciembre de 2008

Niños, publicidad y hábitos alimenticios



Un estudio realizado por el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) demostró que los hábitos alimenticios de los chilenos están determinados por la publicidad que transmiten los medios de comunicación. Independientemente del estrato socioeconómico, a la hora de alimentarse, la ciudadanía se inclina por los productos más nocivos para el organismo, mientras que los sanos, como frutas, verduras y pescados, son relegados a los últimos lugares de la escala de preferencias. Esta situación afecta sobre todo a los niños, indefensos ante una poderosa campaña.


Una de las revistas de mayor prestigio en el área de la medicina, The New England Journal of Medicine, consigna que los presupuestos de avisaje que manejan las compañías que producen alimentos para niños, son del orden de los 10 mil millones de dólares. Por ejemplo, la empresa Kellogg’s gastó 22 millones en promover un tipo de galletas con sabor a queso y obtuvo ventas por 139 millones. Y McDonald’s gasta 528 millones de dólares en publicidad para apoyar la venta de algunos productos que le generan 24 mil millones. Asimismo, en Estados Unidos los niños destinan 30 mil millones de dólares de dinero propio a comprar comida chatarra.

Según Ricardo Uauy, director del INTA, los países escandinavos han logrado reducir las enfermedades crónicas en un 80%, trabajando con legislación, regulaciones, educación, desarrollando estímulos para las empresas que toman un portafolio de productos más saludables, etc.

El experto señala que la limitación de la propaganda ha sido una medida común en casi todos los países de Europa, donde ya hay legislación aprobada o en vías de aprobarse, que tiende a disminuir la propaganda especialmente en horarios de recreo escolares. En otras partes, las mismas empresas productoras de alimentos han decidido eliminar la propaganda. Ricardo Uauy es enfático en señalar que no se les puede echar la culpa a los niños de los índices de obesidad. En los EEUU la reacción inicial decía que en un país libre y por tanto el consumo de productos dañinos era responsabilidad de cada cual, sin embargo primó el concepto de que los niños no pueden ser responsables de evitarlo cuando la propaganda tiene una fuerza tan grande.

Respecto al proyecto de ley que regula la publicidad de la comida chatarra en Chile, Uauy señala que está bastante avanzado. Esta legislación pondría restricciones a la venta de estos productos: “algunos países han puesto el límite en 12, 14 o 15 años para la venta de comida rápida (dice) y esos son los elementos que está definiendo el parlamento, es decir, cuándo se considera que el niño tiene suficiente juicio como para poder separar la realidad de la propaganda”.

Las limitaciones a la comida chatarra ya son una tendencia, al punto de que Disney decidió separar sus productos de los elementos relacionados con la obesidad. La venta de los alimentos no saludables se vuelve menos lucrativa poco a poco, porque a pesar de que genera ventan grandes a corto plazo, a la larga van siendo rechazados por los consumidores. Hoy se empieza a privilegiar el negocio de largo plazo.

Las ambigüedades que afectan al consumidor chileno quedarán asimismo restringidas por la ley que se tramita en el parlamento. Como ejemplo de la situación actual, está el caso de que en Chile se informa a la ciudadanía que está consumiendo grasas vegetales, en circunstancias de que estas son hidrogenadas, por ser más baratas y de mayor duración. Esto significa que pierden sus atributos al metabolizarse y se transforman en colesterol. La grasa de cerdo o mantequilla es más saludable que las margarinas o los aceites de ese tipo, que complementan todos los productos y se venden como si fueran vegetales.