domingo, 21 de diciembre de 2008

Las funciones del lenguaje en la publicidad



Para mantener el sistema económico, la mayoría de las sociedades humanas invierten en progreso tecnológico que conlleva un aumento de la producción y una evidente necesidad de un gran consumo. En este circuito interviene la publicidad como elemento mediador provocando la necesidad de consumir cada vez más, para así dar salida a los productos que, de otra manera, se almacenarían, y permitir que la economía funcione.

La función apelativa o conativa, centrada en llamar la atención del receptor, es la predominante en el lenguaje de la publicidad. La publicidad intenta que un producto se venda. De ahí que sus mensajes intenten convencer o persuadir al receptor del mensaje para que compre ese producto que se anuncia: “Hacerlo inolvidable es cosa tuya” (eslogan de un perfume).

La función expresiva o emotiva es también casi connatural al lenguaje publicitario, en tanto éste trate de comunicar la emoción que pueda suponer la consumación del deseo de poseer un producto o disfrutar de un servicio: “Mmmmmhh Lindt” (anuncio de chocolate).

La función poética se cumple al someter el lenguaje publicitario a un tratamiento retórico y estilístico. Esta utilización no presenta un objetivo literario, sino dotar a sus mensajes de eficacia y capacidad de penetración en la mente del consumidor potencial. Su finalidad no es la de crear belleza, sino la de vender productos. Sin embargo, esta práctica revela hasta qué punto el ser humano puede ser movilizado por los sentimientos y la sensibilidad propios de la poesía: “En bus ves por donde vas” (campaña para potenciar el uso del transporte público).

La función referencial está siempre presente en el mensaje publicitario, pues éste alude continuamente al producto, marca, servicio o idea que quieren ser promocionados. Pero esta función informativa es parcial porque destaca sólo lo más llamativo, innovador o positivo del producto: “Airtel. Llevamos la voz” (anuncio de teléfonos móviles).

La función fática, que trata de iniciar, mantener y asegurar el contacto entre emisor y receptor, se realiza mediante la repetición de unos mensajes redundantes que no informan de nada nuevo, en la mayoría de las ocasiones, sino que insisten en reiterar lo ya enunciado: “¿De qué? ... De Gin MG.” (anuncio de ginebra).

La función metalingüística se emplea ocasionalmente para aclarar palabras o expresiones que se usan por su valor efectista: “Quodque avellanorum provatum, no resistere placere potatum” = “Si lo pruebas, estás perdido”.