jueves, 27 de agosto de 2015

Juan Soldado

Olga Vicenta Díaz Castro, Sor Abeja


Juan Soldado.
La vida de Juan Soldado se desconoce y desgraciadamente nadie se ha preocupado de investigar sus antecedentes que, como hombre y como soldado, nos sirvan para emitir un juicio que lo ponga en el lugar que verdaderamente le corresponde. Solo se sabe lo que a  través de los años las gentes cuentan, y con distintas versiones logran infundir en las coincidencias la indignación y mantener perenne el recuerdo de un hecho, que, no siendo el primero en el mundo, debería de haberse olvidado por el oprobio que para Tijuana y para nuestro glorioso ejercito significa el seguirlo propalando.

Así atendiendo a las opiniones y sugerencias que me fueron hechas, solo voy a exponer mi punto de vista con estas breves consideraciones.

Debo advertir que ni mi mente ni mi endeble pluma se atreverán a inventar ni escribir detalles de este caso, del que nadie fue testigo y que solo servirían para llenar las paginas de una de tantas inmundas revistas que se dedican a explotar la morbosidad y los salvajes instintos de gente que se solaza con la desgracia de sus semejantes. Pero aunque no sea muy grato, repetiré algo de lo que oí cuando por primera vez visite la tumba de Juan Soldado.

En el año de 1938 nuestra ciudad se conmovió ante el nefando crimen del que fue víctima una inocente niña de corta edad al ser violada y asesinada, por un miembro del ejercito que después inculpó a un subalterno, un soldado raso llamado Juan.
     
Y hasta la fecha nadie puede asegurar quien de los dos fue el responsable, solo se sabe que esta horrible tragedia provocó protestas, manifestaciones y hasta sangrientos motines.

Personas que aun viven dicen que la misma mujer del soldado Juan, tal vez sin medir las consecuencias, declaró en su contra. Y finalmente fue conducido al Panteón de Puerta Blanca para aplicarle la Ley Fuga.

Otras aseguran que como no se le permitió hablar para defenderse, cuando corrió huyendo de la muerte iba blasfemando y lanzando improperios en contra de quienes lo acusaron y al darle el tiro de gracia maldijo a los que le dieron muerte.


La indignación origina la credulidad

Como entre los que protestaban por este hecho unos estaban a favor y otros en contra, siendo en su mayoría los primeros, no tuvieron otra manera de manifestar su condolencia  que después de ser sepultado, cubrir su tumba de flores y luces  y orar pidiendo el descanso de su  alma. Pero tal vez alguien en el exceso de su culto homenaje lo catalogó como mártir,  y encontrándose en apuros le pidió que le ayudara, y al ser solucionado su problema se dio a la tarea de publicar aquello como milagro, empezando así la credulidad de las gentes, bendiciendo en sus apuros el anima de Juan y se olvidaron de la tumba de la niña, que en realidad merece mas consideración, si es que de inocentes victimas se trata. Y ¿qué decir del dolor sin medida y sin término de los padres de esta pequeña?


Nuestro punto de vista

Si nos ponemos en un plano imparcial y aceptando la posibilidad de que este pobre hombre fuera inculpado por un falso testimonio, no por eso vamos a creer que murió en olor a santidad, ni mucho menos se le pueden atribuir poderes milagrosos que lo dignifiquen para elevarlo a los altares.
     
Y hago esta observación porque por muy elemental que sea nuestra instrucción religiosa todos sabemos que, Santo es aquel que llevando una vida de virtud y de pureza se dedica a seguir las huellas de Cristo, poniendo en practica sus divinas enseñanzas. Además de esto, milagro es un hecho sobrenatural en el que solo interviene Dios con su poder divino, y finalmente recordemos que los santos no hacen milagros, ellos solo ruegan por nosotros para que el Todopoderoso escuche nuestras peticiones, concediéndonos lo que en su infinita misericordia cree que merecemos.
     
Aunque ahora la Parasicología hace concienzudos estudios sobre estos conceptos.


La tumba de Juan Soldado
     
Sobre la tumba de Juan se construyó un cuartito. Ahora este modesto y ruinoso monumento es el punto donde convergen, el fetichismo, la ignorancia, la inmoralidad, el interés y el histrionismo.
     
En mis frecuentes visitas al panteón he presenciado ante esta tumba , incidentes dramáticamente enternecedores, algunos por demás profanos, otros ridículos y hasta chuscos como estos con que termino estas observaciones.
     
Una tarde encontré frente a ella a un ancianito de rostro alegre que me saludó amablemente y al entablar conversación con él le pregunté:
     
-¿Ha venido usted a pagar alguna “manda”?
      
-No, señora, yo vengo a ver que nuevos milagros le han colgado al pobre Juan.
      
-¿Es que no cree usted en sus milagros?
      
 -¡Cómo voy a creer! Señora, venga usted para que vea.
    
Entramos a una pequeña capilla atestada de retablos, tarjetas, retratos, imágenes de santos, papeles escritos, trapos, prendas de vestir sucias y otros inmundos objetos dignos de ser quemados, ya que todo esta dando un aspecto deplorable invadiendo la parte exterior. Sobre el techo está un busto de yeso que representa a un militar que no es Juan, porque de éste no existe ninguna fotografía.
     
El viejecito tomó de aquel montón de cosas un papel y me dijo:
       
-“Señora, lea usted para que vea porqué en mi opinión deberían las autoridades correspondientes haber quitado todo esto.”
     
Tomé el papel y leí lo escrito que copié a la letra: “Te doll grasiasjua soldado pot l milagro qe me isiste, de qe Camilo dejara a Mariana y se viniera a bibir conmigo. Tu de bota Anastacia.”
      
-Pero esto es una irreverencia -le dije- entregándole el papel que él puso en donde estaba.
      
-Pues por el estilo de éste, hay otros que por decencia, más vale que no los lea.
      
-Yo pienso que por respeto a las creencias no han mandado quitar todo esto.
       
-No, no es por eso, es que ¿ve usted esta ánfora o cepo? Pues aquí se juntan las limosnas.
       
-Y que sin lugar a dudas recoge algún sacristán.
       
-No señora, ¿Cómo va a ser posible eso? si las autoridades eclesiásticas no han dado su aprobación para que Juan Soldado sea venerado.
          
-Entonces ese dinero lo recauda alguien para alguna obra de utilidad pública.
          
-Tampoco; porque nunca hemos sabido nada de eso.
       
Y sonriendo maliciosamente continuó:
         
-Es que Juan Soldado tiene un tesorero y a veces una Tesorera que viene a recoger semanariamente  las limosnas y sin duda se las llevan a depositar al Banco, por lo que yo creo que, sucediendo esto durante mas de treinta años, este Juan ha de tener una respetable suma a su nombre.
        
Al oír el gracejo y la ironía del viejecito, hice un esfuerzo para no soltar la risa; y en tanto nos dirigíamos a la puerta para salir, le dije:
     
-No me haga usted reír que estamos en un lugar santo.
     
-No, señora si esto es cosa seria, fíjese que ya tiene el material para levantar otra capilla en el lugar donde dicen que cayó muerto; y de seguro que van a poner otra alcancía grandota para que se le junte más dinero ¡Ah! Si le digo que este es un muertito muy avariento…Je…Je…muy avariento…Je…Je…Je…
     
Asi llegamos a la puerta y al salir no pude más y me puse a reír hasta las lagrimas.
       
La gente que pasaba al oír nuestras risotadas debe de haber pensado que estábamos locos porque, ¿quién sale de un panteón hecho mas pascuas, muriéndose de risa?     
    

Tomado de Narraciones y leyendas de Tijuana, por Olga Vicenta Díaz Castro Sor Abeja. Lito Editorial Fiscal, Segunda Edicion 1981, p.43-48.

Obtenido el 27 de agosto de 2015 de: http://leyendasdetijuana.blogspot.mx/2012/11/olga-vicenta-diaz-castro-sor-abeja.html