El caso de un joven que fue hospitalizado tras una novatada en la UNAM evidencia la cultura de violencia que se vive en esa universidad y en el Politécnico. Surgidas del gangsterismo y los grupos de choque de los años cuarenta, las iniciaciones han normalizado estereotipos de machismo y pandillerismo durante generaciones. Y las autoridades no son inocentes. Ahora piden reglamentar esos ritos, pero desde siempre los permitieron e incluso los fomentaron.
Beatriz Pereyra
8 de agosto de 2015
Foto: Proceso.com.mx |
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La novatada que los jugadores veteranos del equipo de futbol americano Pumas CU le hicieron a 15 compañeros para que se ganaran un lugar en el equipo, terminó con uno de ellos –Juan Francisco Espinoza Martínez– hospitalizado en estado grave, con neumonitis y quemaduras de segundo grado. El hecho desnudó la cultura de impunidad y violencia que se evidencia en los ritos de iniciación.
El fin de semana pasado, los jugadores seleccionados para integrarse al equipo de Liga Mayor de la UNAM fueron citados por los veteranos para cumplir con una de sus tradiciones más añejas: una violenta admisión en que los aspirantes aceptan los castigos y pruebas que durante todo un día sus propios compañeros les propinan. Entre ellos está realizar ejercicio extenuante y tolerar golpizas. La jornada concluye cuando a los novatos se les cubre el cuerpo –excepto la cara y el área genital– con pintura de aceite.
En el caso de Espinoza Martínez, un muchacho de 19 años que jugó en la categoría Intermedia con los Tigres del CCH Sur, la novatada por poco le cuesta la vida. En el parte médico se señala que el domingo 26 de julio ingresó de urgencia al hospital Adolfo López Mateos del ISSSTE: la pintura lo había intoxicado por vía tópica y por inhalación.
Ante la gravedad del hecho, la Dirección General de Actividades Deportivas y Recreativas (DGADR) de la UNAM informó el jueves 30, en un comunicado, que ya no permitirá que las novatadas a los jugadores de sus equipos de futbol americano pusieran en riesgo su salud. “A partir de ahora, serán reguladas y supervisadas por equipo médico, que dictaminará las actividades a realizar”.
Pero el profesor e investigador de la FES Aragón, Hugo Sánchez Gudiño, percibe otra situación: “El genoma de la violencia es un código de terror que se vuelve un decálogo, un catecismo de funcionamiento de quien desea ingresar al equipo, y que pasa de generación en generación. Las generaciones nuevas lo adoptan, se fortalece, y cuando alguna autoridad intenta algún cambio la resistencia es infranqueable. Se ha permitido durante años, dudo que puedan hacer algo porque cambiar esa mentalidad es muy difícil”, plantea.
Cuando llegó al hospital, Espinoza Martínez presentaba ampollas con secreción purulenta en distintas partes del cuerpo, principalmente hombros y rodillas. Estaba muy débil, ya no podía caminar, no tenía apetito.
El jugador no pudo quitarse la pintura del cuerpo, lo cual impidió que sudara. Este proceso permite regular la temperatura, así que conservó el calor provocado por el ejercicio extenuante que realizó durante 10 horas bajo el rayo del sol. Paralelamente, el hecho de haber respirado la pintura durante horas le ocasionó la neumonitis.
El 28 de julio el jugador entró a quirófano para que, anestesiado, los médicos retiraran con solventes los residuos de tinta impregnada en su cuerpo.
“Tomó casi dos horas hacer la limpieza y después entró al área de cuidados intensivos por un problema de saturación de oxígeno. Cuando se aplican pinturas o solventes que tienen hidrocarburos, éstos se evaporan y se inhalan. Eso inflamó los alvéolos y por eso no estaba respirando bien. Fue intubado para que entrara presión de oxígeno por vía ventilatoria. Y se le tuvo que dar un sedante para que no se resistiera a la intubación, que es muy molesta”, explica el doctor Roberto Baños Tapia, director del hospital del ISSSTE.
–¿El jugador llegó grave?
–Sí –responde el doctor.
–Si no lo hubieran traído al hospital, ¿podría haber fallecido?
–Sí. Llegó grave, con 88.7 de saturación de oxígeno, que debe estar entre 99 y 100%. Menos de eso indica que hay un problema en el pulmón.
Hasta el cierre de esta edición, Espinoza Martínez continuaba en recuperación y se proyectaba que dejara el hospital el domingo 2. Ya se le había retirado el tubo, respiraba por sí solo, estaba consciente, orientado, con funciones neurológicas normales, ya comía y hasta había manifestado su deseo de que lo dieran de alta.
Las quemaduras de segundo grado que presenta en 36% de su cuerpo, sobre todo en tórax y piernas –a consecuencia de la exposición solar y la pintura– tardarán un par de semanas en sanar.
El doctor Baños explica que por la gravedad de las lesiones, el hospital dio parte al Ministerio Público, razón por la cual agentes ministeriales se presentaron el 30 de julio para que el joven rindiera su declaración. Espinoza Martínez les dijo que no deseaba presentar ninguna denuncia.
“Él quiere regresar con sus amigos a jugar. Cuando hay accidentes o lesiones que consideramos que fueron provocadas hacemos el reporte de un caso médico legal. El chico dijo que todo ocurrió en la novatada, con la cual estuvo de acuerdo, y no quiere tener problemas con sus compañeros. Aunque la mamá había dicho que iba a demandar, le toca a él porque es un adulto. Su aspiración es pertenecer al equipo, por eso aceptó”, dice el médico.
Además, Espinoza fue golpeado con chanclas y obligado a lanzarse de la plataforma de 10 metros de la alberca olímpica de Ciudad Universitaria. Todas las pruebas y castigos se realizaron en las instalaciones universitarias, principalmente en el estadio de prácticas Roberto Tapatío Méndez.
Las novatadas son una práctica que se realiza en los equipos de futbol americano de la UNAM desde hace décadas, antes del inicio de cada temporada de Liga Mayor y cuando los jugadores juveniles ascienden a categoría Intermedia. Nadie está obligado a participar en la iniciación, pero quien no acepta o a media novatada decide retirarse queda advertido de que no será aceptado en el equipo.
Delirio de hombría
Los castigos o pruebas pretenden demostrar la hombría de los jugadores. Según sus códigos, quien no es suficientemente “hombre” no es digno de vestir el uniforme de los Pumas. Tampoco se les permite hablar públicamente de lo que ocurre durante una novatada. Sin embargo, las historias llegan a oídos de los más jóvenes, e incluso de los niños y sus padres.
Los más chicos, incluso los de categorías infantiles, tienen como sueño llegar hasta “la P”, es decir, jugar en el equipo de Liga Mayor los cinco años de elegibilidad y concluir su carrera deportiva cuando uno de sus compañeros le ponga una letra P en el lado izquierdo del pecho, tallándole la piel con un pedazo de vidrio, una corcholata o una vara con la punta afilada.
El periodista deportivo Alejandro Zenteno, de Televisa Deportes Network (TDN), fue jugador de futbol americano en la UNAM. Jugó Liga Mayor con las Águilas Reales y luego con Pumas CU, cuando en 1998 los tres equipos de la UNAM se fusionaron en uno.
El jueves pasado Zenteno contó cómo fue su novatada en 1996. La calificó de sádica. Comenzó a las 7 de la mañana con unos manguerazos de agua helada y terminó en la madrugada del día siguiente. A continuación se reproduce el testimonio que dio en el programa Pasión.
“Me recibieron con un tablazo en el pecho. En el estadio Tapatío Mendez fueron tres horas de ejercicio, de agotamiento físico. En los inter (sic) te estaban chancleando y tableando. Todos los veteranos traían tablas y te estaban golpeando, ésa es la verdad. Cuando llega el medio día ya no aguantas los dolores, a veces ya tienes el pecho y las pompas reventadas, sangradas. Te tenías que arrojar de la plataforma de 10 metros, como cayeras. Por ahí de las 4 o 5 de la tarde, cuando ya había pasado lo peor, te pintaban todo el cuerpo, excepto cara y genitales, con pintura de aceite. Nos dijeron ‘despíntense lo antes posible’, lo cual no se puede hacer bañándose. Yo al día siguiente con thinner me tuve que despintar. La piel se daña, se quema. Era un dolor terrible, y así había que entrenar y prepararse para el Clásico.
“A partir de 1998 esto cambió, ya no es tan sádico. Las personas que estuvieron involucradas (en el caso de Juan Francisco) me dicen que el problema con este muchacho es que se quedó con la pintura tres días. Te tienes que despintar como sea porque la pintura es tóxica. Este es un hecho aislado, el primero que sabemos.”
–Cómo exjugador, ¿votarías por abolir esta práctica? –le preguntó el comentarista Eduardo Camarena.
–Yo no estaba de acuerdo con los golpes, en la tortura física, pero la pintura no va más allá.
Otro de los castigos que se ha realizado en las novatadas es realizar los ejercicios desnudos, sólo con los tenis puestos. El esfuerzo es de tal magnitud que los muchachos terminan desmayados, insolados y algunos hasta vomitan. Un reto más consiste en arrancarle de una mordida la cabeza a un sapo o a un pollo vivo. En una ocasión, como no consiguieron pollos, los jugadores llevaron patos. Otros aspirantes son encerrados en una cisterna durante horas, o se les obliga a vestirse con ropa de mujer y pedir dinero en las calles.
A la hora de pintarles el cuerpo les diseñan disfraces de súper héroes, personajes de películas o programas de televisión, y luego los llevan a la Zona Rosa a pedir dinero. Los veteranos fijan la cantidad que deben recolectar. Si lo logran, su “premio” es recibir un minuto de chanclazos en las nalgas. Si no, el perdedor debe decidir durante cuántos minutos golpeará a un compañero.
Historia oscura
El doctor en ciencias políticas Hugo Sánchez Gudiño, autor del libro Génesis, desarrollo y consolidación de los grupos estudiantiles de choque en la UNAM de 1930 a 1990, plantea que el origen de las novatadas se dio en los años cuarenta. Fue la época en que pandilleros, pistoleros y gángsters encontraron refugio en la UNAM, sobre todo en la Preparatoria 1.
“Las novatadas eran el juego de niños de los porros. Eran como días de campo donde humillaban, extorsionaban, golpeaban y hacían escarnio público de los jóvenes de primer ingreso, y tenían el apoyo institucional. La autoridad lo permitía.
“Cerraban las escuelas y se iniciaba la agresión. Les cortaban el pelo, les echaban pintura, gasolina, los vestían de mujer, les quitaban la ropa. Estos grupos de choque eran amigos de los jugadores y éstos vieron con beneplácito estas prácticas. Así ha ido madurando. A más de 50 o 60 años de distancia observamos que esa cultura de la violencia y práctica machista pemanece.”
–¿Qué significado tiene dejarse lesionar con tal de pertenecer a un equipo? –se le inquiere.
–Es como un código pandilleril. Por eso está contextualizado en la época del pistolerismo. Todos los grupos violentos tienen pruebas para que sus elementos puedan ingresar. Como la Mara Salvatrucha o las pandillas del norte y sur del país que tienen vínculos con los cárteles, o las barras bravas. El que entra es por voluntad y acepta ser degradado en su condición de ser humano. Estos equipos de futbol americano son de una institución académica, y parece un contrasentido que sigan una tradición tipo la Cosa Nostra. Esto no debería pasar en la UNAM. Tanto víctimas como victimarios lo han aceptado. Eso permite que siga.
–¿Es posible cambiarlo?
–El porrismo en la UNAM y en el Instituto Politécnico Nacional van de la mano con los equipos de futbol americano. Se podría, con una serie de medidas tomadas desde la Rectoría para sensibilizarlos. A muchos de esos jugadores, desde niñitos, los papás y los hermanos les han inyectado esa adrenalina de la violencia, de tal manera que cuando llegan a la prepa acatan como algo natural que los agredan. La UNAM pregona otros valores y no estos códigos tipo omertá (ley de silencio de la mafia siciliana) que son acciones irracionales.
–¿Esto es violencia aunque digan que no?
–Para ellos no es violencia, pero sí es. Quizá no haya alcanzado la dimensión delincuencial… Pero ahí está la frontera de lo delincuencial: cuando te mandan al hospital.
–¿Qué obtienen los jugadores que se dejan vejar?
–Ser parte del equipo da estatus, fuerza, poder, reconocimiento con las mujeres, respeto en el mundo universitario, prebendas que cualquier joven desea. Son más los privilegios que gana que lo que pierde en la vejación.
–El novato primero es víctima y cuando es veterano será victimario, ¿qué tipo de personas se crean en estos grupos?
–Tengo una lista de 50 personajes que fueron las cabezas visibles de la violencia de los grupos de animación deportiva de esa época de la que hablo. He seguido sus vidas hasta llegar a saber qué hacen ahora. Unos 30 o 35 de ellos aún viven y se reúnen en el centro. He ido a sus reuniones, he escuchado sus pláticas, y la violencia que a ellos les impregnaron la reflejan en sus relaciones sociales.
“Siguen siendo igual o más violentos. No hay una actitud razonada del significado de la violencia, del daño provocado, de esa herencia que dejaron en lo deportivo o político. No dimensionan el daño que han hecho en cientos de víctimas. Ellos son los tatartabuelos de estos muchachos, por eso ahora respiran y transpiran violencia.
“Antes esta violencia se veía como muy normal, pero ahorita es más escandaloso porque estamos en la etapa de la defensa de los derechos humanos, de la transparencia y rendición de cuentas, y por ello no debe pasar inadvertido.”
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