Ecoanálisis
Alberto Tapia Landeros*
Durante siglos, los investigadores han tratado de dilucidar el tránsito del homínido de cuatro patas al humano de dos. La transformación de cuadrúpedo, a bípedo. El cambio de andar a gatas, a andar parado. Y se ha dedicado tanta energía en averiguarlo, debido a que es aceptado por muchos, científicos y legos, que el hombre desciende de primates que se desplazaban como lo hacen hoy gorilas y chimpancés.
Diferentes teorías han tratado de explicar esta evolución de la locomoción humana.
Una de ellas sostiene que el homínido tuvo que elevarse para ver sobre el pastizal a su principal depredador, el leopardo. Otra teoría alega que al calentarse el planeta, desaparecieron los bosques y el antecesor del hombre ya no necesitó asirse de las ramas con sus cuatro extremidades. En los árboles fueron más útiles 20 dedos que 10.
Sin bosque, el entorno se volvió más seco, predominando los pastizales. Nació, la sabana africana. Cabe recordar que en esta etapa de la evolución primate hacia la humanidad, todos vivíamos exclusivamente en África. Y en la sabana fue de mayor utilidad caminar en 2 que en 4 patas. También pudo huir a mayor velocidad de sus enemigos.
Con ironía, personalmente he explicado que el bipedismo surgió junto con la economía. El hombre tuvo conciencia de que andando con sus extremidades inferiores, tenía libres las superiores, brazos y manos, para agarrar más cosas. Para recolectar y cargar frutas, raíces, semillas y huevos en mayor número, que siendo cuadrúpedo. El homo se paró para acopiar más alimento para el mañana.
Una de las últimas teorías evolutivas de gran aceptación, es la que sostiene que el calentamiento planetario obligó a nuestro antepasado a apoyarse en sus extremidades inferiores, para recibir menos radiación solar que estando en cuatro patas. Un bípedo se calienta menos que un cuadrúpedo. La reflexión es bien lógica: Se recibe más calor en el lomo y en la nuca, que sólo en la mollera. Entonces, para no sobre calentarse, nuestro ancestro se hizo bípedo y correlón. Hasta aquí, tuti contenti.
Pero resulta que la ciencia no se detiene. Constantemente se actualiza, evoluciona. En la edición de diciembre pasado de la prestigiada revista Science, la autora Tracy Watson publicó el resultado de un experimento mediante modelos de Australopithecus afarensis, la misma especie a la que perteneció la famosa hembra Lucy, de hace 3.2 millones de años. Se utilizaron féminas de 30 kilos y machos de 55. El sorprendente resultado fue que al caminar bajo el Sol de la sabana africana por 30 minutos, lo mismo produjo un golpe de calor andando a gatas que erecto. Los modelos en cuatro patas se insolaron de igual manera que los de dos.
Entonces, nuestro ancestro africano no se hizo bípedo para no insolarse.Hubo otros motivos aún desconocidos. Y mi broma de que homo se paró para recolectar más alimentos, ya no parece tan broma. Elevarse para ver al temible leopardo sobre el pastizal, tiene más sentido que el evitar la insolación. El tránsito pre humano del árbol al suelo, pudo haber tenido mucho más efecto en el bipedismo, que el aumento de la radiación solar.
De cualquier forma, el pre homo no estuvo a salvo del leopardo, hasta que superó la capacidad craneana de su depredador. Con mayor masa encefálica, concibió el control del fuego y la fabricación de armas con las que pudo defenderse. Erecto se tiene más habilidad de defensa que a gatas. Y sobrevivir al depredador, es un poderoso motor de la evolución.
Hasta ahora, podemos pensar que somos bípedos, porque ya no somos monos. Porque pensamos, creamos y utilizamos herramientas. Porque al ser bípedos tenemos mayor capacidad de recolección y carga. O como dice Alfred Crosby: El bipedismo “es el proceso de aventarse hacia enfrente para caer de cara; y la vez corregir el error, dando un paso al frente”. Una y otra vez.
* El autor es profesor-investigador del CIC-Museo, UABC.
Correo: altapialanderos@gmail.com
Publicado en el diario La Crónica el domingo 12 de febrero de 2012.