Jaque mate
La intolerancia es prueba de impotencia.
Aleister Crowley
Sergio Sarmiento*
Recibo ayer dos correos electrónicos sobre los matrimonios entre homosexuales y la posible adopción de niños por parejas gay.
Uno contiene una presentación en Power Point que se titula “Las nuevas familias en el DF”. La protagoniza un niño rubio -por supuesto- con un gorro de Santa Claus que subraya su inocencia y que dice: “Hola, soy Alejandro. Tengo un año y medio y soy huérfano”.
Señala la presentación que en el orfanato le dijeron a Alejandro que pronto tendría una familia que lo haría feliz; pero unos políticos, entre los que incluye al jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, decidieron que “Yo merecía tener una familia perfecta para poder desarrollarme y crecer feliz”.
La familia que le dieron los políticos, sin embargo, es un grupo de trasvestis locos y promiscuos que incluso –quizá– abusan del pequeño. Al final de la presentación el niño de un año y medio se pregunta: “¿Por qué mis amigos de la escuela son tan diferentes?” En la foto aparece un bebé con su padre y su madre, ambos jóvenes y guapos. Los tres se muestran felices.
Esta presentación me recuerda los argumentos de los años sesenta de algunas familias blancas en Estados Unidos que afirmaban que todos los negros eran asesinos y violadores por lo que no se les debía permitir vivir en vecindarios blancos o asistir a escuelas blancas.
Cualquiera podría preparar ahora una presentación en Power Point de la realidad de muchas familias heterosexuales, con padres golpeadores y abusivos, o de aquellas en que los padrastros heterosexuales abusan de las niñas a su cargo. Esta presentación podría usarse para exigir que se prohibiera la adopción por parejas heterosexuales.
También la discriminación contra los mexicanos en los Estados Unidos podría promoverse con una presentación similar. La imagino con esas imágenes que son ya estereotipo de los mexicanos fuera de nuestro país: Panzones, con sombrero, bigotones, armados hasta los dientes y con anillos de joyas y cadenas de oro. La presentación argumentaría que, como los mexicanos son sucios, flojos, violentos, ladrones y narcotraficantes, no se les debe permitir el ingreso a Estados Unidos.
De igual manera me imagino una presentación de Power Point que ofrezca los nombres y retratos de tantos sacerdotes acusados de abusar de menores y que argumente que se debe prohibir cualquier contacto de sacerdotes con menores de edad.
Estos razonamientos, sin embargo, son falaces. Ni todos los homosexuales son locos, trasvestis o promiscuos, ni todos los negros son asesinos, ni todos los mexicanos son narcotraficantes, ni todos los padrastros heterosexuales abusan de las niñas, ni todos los sacerdotes de los menores. Quienes cometan actos indebidos deben ser castigados, por supuesto, pero no podemos pensar que una persona deba ser discriminada simplemente porque es homosexual, negro, mexicano, heterosexual o sacerdote.
La discusión sobre el matrimonio entre homosexuales y sobre la adopción de niños por homosexuales ha sacado a la luz la enorme intolerancia de algunos grupos de mexicanos que se niegan a aceptar que alguien pueda ser diferente.
Ah, pero olvidaba el segundo correo que recibí. Es de Ana Abascal, una joven estudiante universitaria, que dice: “Yo conozco a varios suertudos que tienen dos papás o dos mamás y que les va mucho mejor que a muchos de mis amigos que tienen un papá y una mamá y que viven un infierno. También les va mejor que a mí misma, que sólo tengo una mamá”. Súbitamente Ana me convence de que en México todavía hay tolerancia e inteligencia.
LIBERTAD DE LA IGLESIA
No acepto la posición de quienes dicen que la Iglesia no debe opinar sobre el aborto, el matrimonio entre homosexuales o la política. Ya han pasado los tiempos en que el Estado podía censurar a quien fuera. Tampoco estoy de acuerdo, sin embargo, en que la Iglesia imponga sus posiciones morales o políticas sobre todos los mexicanos.
En Internet: www.sergiosarmiento.com *El autor es periodista y analista político/comentarista de televisión. Obtenido el 21 de enero de 2010 de: http://www.lacronica.com/EdicionImpresa/EjemplaresAnteriores/BusquedaEjemplares.asp?numnota=666236&fecha=20/01/2010
Uno contiene una presentación en Power Point que se titula “Las nuevas familias en el DF”. La protagoniza un niño rubio -por supuesto- con un gorro de Santa Claus que subraya su inocencia y que dice: “Hola, soy Alejandro. Tengo un año y medio y soy huérfano”.
Señala la presentación que en el orfanato le dijeron a Alejandro que pronto tendría una familia que lo haría feliz; pero unos políticos, entre los que incluye al jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, decidieron que “Yo merecía tener una familia perfecta para poder desarrollarme y crecer feliz”.
La familia que le dieron los políticos, sin embargo, es un grupo de trasvestis locos y promiscuos que incluso –quizá– abusan del pequeño. Al final de la presentación el niño de un año y medio se pregunta: “¿Por qué mis amigos de la escuela son tan diferentes?” En la foto aparece un bebé con su padre y su madre, ambos jóvenes y guapos. Los tres se muestran felices.
Esta presentación me recuerda los argumentos de los años sesenta de algunas familias blancas en Estados Unidos que afirmaban que todos los negros eran asesinos y violadores por lo que no se les debía permitir vivir en vecindarios blancos o asistir a escuelas blancas.
Cualquiera podría preparar ahora una presentación en Power Point de la realidad de muchas familias heterosexuales, con padres golpeadores y abusivos, o de aquellas en que los padrastros heterosexuales abusan de las niñas a su cargo. Esta presentación podría usarse para exigir que se prohibiera la adopción por parejas heterosexuales.
También la discriminación contra los mexicanos en los Estados Unidos podría promoverse con una presentación similar. La imagino con esas imágenes que son ya estereotipo de los mexicanos fuera de nuestro país: Panzones, con sombrero, bigotones, armados hasta los dientes y con anillos de joyas y cadenas de oro. La presentación argumentaría que, como los mexicanos son sucios, flojos, violentos, ladrones y narcotraficantes, no se les debe permitir el ingreso a Estados Unidos.
De igual manera me imagino una presentación de Power Point que ofrezca los nombres y retratos de tantos sacerdotes acusados de abusar de menores y que argumente que se debe prohibir cualquier contacto de sacerdotes con menores de edad.
Estos razonamientos, sin embargo, son falaces. Ni todos los homosexuales son locos, trasvestis o promiscuos, ni todos los negros son asesinos, ni todos los mexicanos son narcotraficantes, ni todos los padrastros heterosexuales abusan de las niñas, ni todos los sacerdotes de los menores. Quienes cometan actos indebidos deben ser castigados, por supuesto, pero no podemos pensar que una persona deba ser discriminada simplemente porque es homosexual, negro, mexicano, heterosexual o sacerdote.
La discusión sobre el matrimonio entre homosexuales y sobre la adopción de niños por homosexuales ha sacado a la luz la enorme intolerancia de algunos grupos de mexicanos que se niegan a aceptar que alguien pueda ser diferente.
Ah, pero olvidaba el segundo correo que recibí. Es de Ana Abascal, una joven estudiante universitaria, que dice: “Yo conozco a varios suertudos que tienen dos papás o dos mamás y que les va mucho mejor que a muchos de mis amigos que tienen un papá y una mamá y que viven un infierno. También les va mejor que a mí misma, que sólo tengo una mamá”. Súbitamente Ana me convence de que en México todavía hay tolerancia e inteligencia.
LIBERTAD DE LA IGLESIA
No acepto la posición de quienes dicen que la Iglesia no debe opinar sobre el aborto, el matrimonio entre homosexuales o la política. Ya han pasado los tiempos en que el Estado podía censurar a quien fuera. Tampoco estoy de acuerdo, sin embargo, en que la Iglesia imponga sus posiciones morales o políticas sobre todos los mexicanos.